Aparte del disgusto que provoca la derrota de España ante Holanda en el primer partido del Mundial de Brasil, cabe decir que fue algo sorpresivo, inesperado e inusual. Pero no se pueden sacar conclusiones meramente negativas. La primera parte fue normal, incluso se podría decir que España fue mejor que los holandeses. Pero llegó un minuto clave que lo cambió todo.
Del posible 2-0 de David Silva, en la jugada siguiente se pasó al empate de Van Persie en un error defensivo. Ahí comenzó a minimizarse España, le costó asumir que el encuentro se podía escapar y las señas de identidad de su fútbol terminaron por desaparecer. Una selección se vino arriba y la otra se encontró con ese segundo gol en contra en otro error.
No es normal en jugadores del nivel de Ramos, Piqué o Casillas ver esos errores impropios de su calidad. Los centrales estaban muy separados, el equipo no jugó bien ni con el balón ni tácticamente y vimos una selección irreconocible. A partir de ahí, a Holanda le bastó con usar el contragolpe, Robben y Van Persie supieron interpretar muy bien esos espacios y fueron ganando confianza y creciendo más.
España no supo cómo encajar el cambio de sentido del partido y se perdió haciendo cosas que no son habituales, sin posesión ni continuidad y dando señales de un equipo partido y sin convencimiento. Es un accidente y como tal hay que tomarlo, no hay que demonizarlo ni verlo todo mal. Es momento de tener tranquilidad, reconocer errores y darle confianza a una selección que ha ganado mucho y tiene grandes futbolistas. Y Del Bosque sabrá cómo recuperar el ánimo y afrontar los siguientes partidos.