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Torra, ese imán de racistas

En la romería del 11, los de Torra y los de Salvini irán de la manita por una única razón: porque son la misma basura.

En la romería del 11, los de Torra y los de Salvini irán de la manita por una única razón: porque son la misma basura.
El supremacista Quim Torra | EFE

Contra lo que ordena el latiguillo, no es verdad que solo los niños y los locos digan siempre la verdad. También la suelen pronunciar con sumo desparpajo los zafios racistas de la Liga, esa banda fundada por un delincuente común que robó en su día hasta los cepillos de las iglesias, aquel Umberto Bossi que era como una especie de Jordi Pujol transalpino con tacones y crecepelo. Porque, a diferencia de sus hermanos gemelos, los separatistas catalanes, la extrema derecha identitaria, ramplona y mezquina que ahora mismo gobierna Italia ni siquiera se preocupa por disimular un poco, siquiera de modo cosmético, la matriz xenófoba que impulsa su acción política toda. Nadie se extrañe, pues, si los únicos invitados internacionales de alguna entidad mínima con que contará Torra en la procesión del 11 vayan a ser precisamente los enviados de la partida de Salvini.

Igual que a Puigdemont, a Mas y al Gran Ladrón, también a Torra le gusta fantasear con figuras históricas como Kennedy, Luther King o Gandhi para buscar espejos históricos en los que reflejarse. Pero, fuera de ese narcisista mundo onírico de grandezas soñadas, las únicas imágenes reales que se prestan a aparecer en los cristales cóncavos de su particular callejón del Gato son esos patanes de la Liga, unos apestados ante cuya presencia en la calle cualquiera respetable en Europa cambiaría de acera. Dios los crea y ellos se juntan. A fin de cuentas, el separatismo catalán y el populismo italiano más tabernario, el que se ha inventado la Padania, tienen en común el ser ambos, y bajo todas sus infinitas capas de retórica grandilocuente e hipocresía moral, dos movimientos políticos de los ricos, por los ricos y para los ricos. Por algo el 79% de esos catalanes que se identifican a sí mismos como miembros de la clase baja se manifiestan abiertamente contrarios al separatismo. Eso es lo que dicen las encuestas de la propia Generalitat, la fuente de la información. Como de idéntico modo, y también según la misma cata demoscópica llevada a cabo por la Administración catalana, apenas un tercio de los catalanes en situación de desempleo sería proclive a apoyar el alumbramiento de un Estado segregado de España. Los parados de casa nostra no creen que una bandera estelada vaya a resolver su problema laboral y vital.

No, los catalanes de abajo, los que de verdad sufren para sacar a sus familias adelante, no se creen el cuento de la republiqueta feliz. Por eso en la misma encuesta oficial podemos acusar recibo de que las personas que han tenido menos oportunidades educativas en la infancia y juventud, algo que siempre va en estrecha correlación con los niveles de renta, también se muestran de modo muy mayoritario contrarias al separatismo de los burguesitos y burguesitas del PDeCAT, los niños y niñas mimados y mimadas de la CUP, y demás ralea de casa bona. En concreto, la encuesta de la Generalitat certificó en su día que entre los adultos catalanes carentes de estudios académicos reglados, la adhesión al golpismo doméstico no llega ni al 25% del total. Dato que los separatistas suelen adobar siempre con esa repugnante mezcla tan suya de clasismo y racismo a partes iguales. En la romería del 11, los de Torra y los de Salvini irán de la manita por una única razón: porque son la misma basura.

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