En un discurso concebido por y para adultos, el presidente del Gobierno apenas incurrió en un desliz propio de los de su gremio. Fue cuando dio en proclamar a los cuatro vientos que "los españoles no son como niños" para, sin solución de continuidad, proceder a tratarlos como a niños. Pues solo un niño podría creer que la corrupción de los partidos es susceptible de remedio dotando de más recursos al Tribunal de Cuentas, tal como prometería. Y es que ese sarcasmo administrativo, el Tribunal de Cuentas, que ni es tribunal ni cuenta nada, encarna la quintaesencia de la perversión partitocrática de las instituciones del Estado. Pocos o muchos, ¿qué importarán los medios de que disponga mientras quienes en él deciden sigan siendo obedientes acólitos de los partidos designados por Génova y Ferraz?
Al respecto, diríase que el presidente no acaba de percibir la desolación cívica, el desierto moral que van dejando tras de sí los casos de delincuencia institucional e institucionalizada. Ante similar plaga, y como niños o no, los italianos andan a punto de dinamitar el sistema por la vía de repartir el Parlamento entre un rufián y un payaso, esto es, entre Berlusconi y Grillo. Un aviso a navegantes que nuestras elites no debieran desoír. El único pero, por lo demás, en una intervención que se quiso seria de principio a fin, costumbre ya tan en desuso de un tiempo a esta parte.
Enfrente, un estadista de barra de bar armado con el arsenal retórico de los habituales de Sálvame y demás intelectuales orgánicos de Telecinco. A Rubalcaba solo le faltó clamar un "con la que está cayendo" para situarse a la muy precisa altura del betún. Tosco alarde populista que buscaría el clímax escénico en el impostado llanto de cocodrilo por lo que llamó "crisis moral". Así, mientras a José Zaragoza se le escapaba una media sonrisa desde su escaño y el partido de Carme Chacón procedía a darle el finiquito al Rey de España, la alternativa presunta hacía currículum para acabar sus días de tertuliano friki, de los de la escuela del pressing-catch. Que don Alfredo tiene mucho que callar era del dominio público. Que no tiene nada que decir, en cambio, acaba de descubrirse ahora mismo. Mañana, los jabalís.