Del incontinente Santiago Vidal, aquel verborreico juez de la Esquerra que cantó la Traviata con pelos y señales al airear los pormenores todos de la asonada del 1-O ante un rendido auditorio de fans, estúpido desliz infantil que le costó la ruina profesional y el escaño en el Senado, procede recuperar estos días lo que igualmente depuso en sus confesiones a calzón quitado sobre Pedro Sánchez Castejón, el ahora otra vez aspirante a presidir el Gobierno de España. Porque también de Sánchez reveló el muy lenguaraz Santi (presuntas) confidencias inconfesables. Promesas contingentes que el secretario general del PSOE se apresuró a tildar de "sarta de mentiras". Y ello pese a que el resto de las revelaciones del entonces senador resultó ser una sarta de verdades, como luego se pudo comprobar tras la materialización del intento de golpe. ¿Confesó la verdad en todo el parlanchín Santi, en absolutamente todo, salvo en lo referente a su entrevista con el aspirante a la Moncloa Pedro Sánchez durante las vísperas de su primer intento de investidura? A saber.
En cualquier caso, mintiese por primera vez o siguiera diciendo la verdad como en sus verbosidades anteriores, procede recordar lo que el senador Vidal compartió con su público sobre la reunión en Ferraz. Una reunión propuesta por el líder del PSOE que tendría por objeto sondear a los separatistas a fin de lograr su apoyo para alcanzar la Presidencia. Así, y siempre según Vidal, en el encuentro bilateral con el aspirante participaron también los diputados de ERC Tardà y Rufián. Por parte socialista, además de Sánchez, habrían estado presentes Meritxell Batet, del PSC, y Antonio Hernando. Ninguno de ellos, por cierto, ha desmentido aún su presencia allí. Estamos, recuérdese, en el mes de abril de 2016, pocos días después de que Sánchez aceptase el encargo real de tratar de formar Gobierno. Por lo demás, la velada empezó, siempre según Vidal, con un plato fuerte. "Yo sé que Cataluña es una nación, pero no lo diré nunca públicamente. Sé que la separación de Cataluña de España, como no hay un cambio radical por parte del Gobierno español, es cuestión de tiempo…", pone el otro en boca de Sánchez, que habría pronunciado esas palabras en presencia de los cinco testigos, dos de ellos, Tardà y Rufián, miembros como Vidal de la Esquerra y que, de momento, siguen callando como tapias.
Luego, tras soltar la bomba inicial, Sánchez se habría lanzado a un alegre crescendo a fin de ganar el favor de los separatistas. Así, tras comunicarles (presuntamente, claro) su personal certeza de que la reforma constitucional que postula el PSOE, o sea él mismo, nunca se podrá consumar dado que para ello haría falta la complicidad del PP, una connivencia que Sánchez consideraría imposible de lograr, el aspirante habría pasado a realizar una oferta ya firme a los de Junqueras. Oferta que se materializaría, siempre y cuando lograra ocupar la Moncloa con el auxilio de ERC, en dos frentes: el político y el judicial. Este último, el judicial, tan perentorio ya por entonces para el bloque separatista, pasaría por el compromiso solemne y formal de Pedro Sánchez ante Rufián, Tardá y Santi de, "al día siguiente de ocupar la Presidencia del Gobierno", transmitir la orden al fiscal general del Estado de que retirase "todos los procesos judiciales" que hubiera en marcha (en abril de 2016 ya tenían causas abiertas ante la Justicia Homs, Mas, Rigau y Ortega, los cuatro por la organización ilegal del 9-N). En cuanto al caramelo político, el candidato del PSOE se habría comprometido ante los mismos Tardà, Rufián y Vila a recuperar y poner en vigor el texto íntegro del Estatut de 2006, declarado ilegal por sentencia firme del Tribunal Constitucional. Ni más ni menos. Cinco testigos, cinco, no se sabe si solo silentes o también atónitos, lo habrían escuchado de sus labios. Cinco: Tardà, Rufián, el bocazas de Santi, Batet y Hernando. ¿Ninguno hablará? ¿O es que acaso algunos repetirán esta misma semana?