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José García Domínguez

¿Por qué somos los campeones del coronavirus?

¿Qué incentivos para hacerse una PCR puede tener un trabajador precario, muchos de ellos extranjeros con residencia irregular?

Los habitantes de Suecia no se quitan la vida voluntariamente más que los oriundos de la provincia de Lugo. De hecho, ocurre justo al revés: la tasa de suicidios en las zonas rurales de Lugo, la más alta de España, también resulta ser muy superior a la sueca. Sin embargo, y durante décadas, la creencia común alimentada por cierta charlatanería sociológica fue que el suicidio constituía una terrible lacra en la muy desarrollada y posmaterialista sociedad sueca. Por lo demás, la explicación de aquel error era simple: los suecos disponían de muy buenas estadísticas nacionales de suicidios, en extremo más serias y rigurosas que las del resto, razón por la cual les salían por norma cifras más altas de Europa. Eso era todo. De idéntico modo, si España destacase por lo excelente y certero de sus mediciones oficiales de contagios por covid, quizá dispusiésemos de una explicación al hecho, tan desconcertante, de que seamos, ya desde el inicio de la pandemia, uno de los principales focos mundiales de la enfermedad. Pero no parece que sea ese el caso. De ahí la pertinencia de seguir preguntándose qué demonios tiene España para que siga cebándose con nosotros esa anormalidad.

Y es que no sirve ni el tópico, siempre tan manido, de la peculiar idiosincrasia local, ni tampoco el de la gran movilidad de la población fruto del peso del turismo en nuestra economía, el otro lugar común recurrente. Con respecto a la primera, procede certificar que los jóvenes españoles son igual de inmaduros, necios e irresponsables que el resto de sus iguales en Occidente, ni más ni menos. Por ahí, pues, no hay diferencias significativas. En cuanto a los turistas, España posee a día de hoy el mismo turismo internacional que Corea del Norte, quizá algo menos. Por tanto, tampoco van por ahí los tiros. ¿Entonces? En los bares, esos templos de la sabiduría, se dice que es cosa de los políticos. Pero en los bares, ya se sabe, todo es cosa de los políticos. Nadie, en fin, parece haber reparado todavía en que la conducta económica humana es una sencilla cuestión de incentivos. ¿Y qué incentivos para hacerse de modo voluntario una PCR puede tener un trabajador precario, como decenas de miles hay en nuestro país, muchos de ellos extranjeros con residencia irregular? ¿Qué padre de familia en esas condiciones puede arriesgar la subsistencia material de los suyos sometiéndose a una cuarentena? Pero si es de cajón.

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