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Netflix en catalán

Ocurre que el objetivo del doblaje del cine al catalán es hacer país. Pero el objetivo de Netflix, ¡ay, es hacer dinero.

Ocurre que el objetivo del doblaje del cine al catalán es hacer país. Pero el objetivo de Netflix, ¡ay, es hacer dinero.
Dark Netflix and Chill from home | Unsplash/Thibault Penin

Esquerra Republicana de Catalunya, partido centenario fundado en su día por Macià, Companys y Tarradellas, acaba de amenazar formalmente al Gobierno de España con tumbar los Presupuestos Generales del Estado, lo que forzaría en inevitable consecuencia un inminente adelanto electoral de imprevisible desenlace, si en Netflix no echan más pelis en catalán. El nivel del independentismo actual, qué le vamos a hacer, es el que es. Ocurre que el objetivo del doblaje del cine al catalán es hacer país. Pero el objetivo de Netflix, ¡ay, es hacer dinero. Y de ahí que las plataformas de cine por streaming, incluida la excelente y muy barcelonesa Filmin, no muestren demasiado entusiasmo por las pequeñas lenguas locales.

Un desapego que, en el caso concreto de Netflix, lleva a que ni tan siquiera ofrezca en su catálogo las versiones dobladas que subvenciona a fondo perdido la Generalitat. En concreto, dispone esa empresa de 326 títulos en su oferta con versión subtitulada en catalán a cargo del erario autonómico. Pero ni gratis, por lo visto, las quieren. Vifredo Pareto, uno de los grandes padres de la Sociología, de la Estadística Aplicada y del fascismo italiano, estableció un principio muy recurrido hoy por los economistas de todo el mundo, el célebre que lleva su apellido, según el cual una medida política o económica es óptima, o sea deseable y correcta, si no perjudica a nadie y, como mínimo, beneficia a alguien, aunque solo sea a una persona.

De ahí que el fondo de la demanda de la Esquerra a mí no me parezca improcedente. Por lo demás, estoy seguro de que pronto veremos Netflix en catalán. Y ello será así solo gracias a que la lengua catalana posee la inmensa suerte, fortuna de la que carecen infinidad de otras pequeñas lenguas en Europa y el mundo, de disponer de una potente estructura de Estado a su servicio, tan potente que pueden negociar de tú a tú con una multinacional como Netflix con garantías ciertas de éxito. Algo que, al carecer de esa poderosa fuerza estatal a su disposición, ni podrían soñar los defensores de otros muchísimos idiomas. Y esa estructura de Estado se llama España.

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