Unos cuantos ministros a la izquierda juvenil de la socialdemocracia no es asunto que me quite el sueño, lo confieso. Pero la presencia de un tipo como Jaume Asens en el Gobierno sí sería, en cambio, para plantearse muy en serio la desobediencia civil. Asens, el predestinado por Colau, su compañera de juventud, para desembarcar ahora en Madrid, no es que sea lo peor, es que es lo peor de lo peor. Igual que existe el estereotipo tan manido del andaluz gracioso, hay un tipo muy real y tangible de catalán, y demasiado frecuente además, que es el catalán borde, el catalán estirado que siempre te mira por encima del hombro, el catalán agrio porque la tela posterior del calzoncillo le roza con un grano permanentemente irritado, fricción crónica que le tortura en secreto. Y Asens, un separatista de libro, si bien disfrazado para la ocasión de muy indignada lagarterana antisistema, es la viva encarnación de ese tipo de catalán tan reconocible a primera vista (Ernest Maragall es otro).
Los separatistas más básicos, los que van por el mundo sin una máscara veneciana, podrían ser respetables -aunque no para mí- porque, al menos, no tratan de engañar a nadie. Los tipos como ese Asens, en cambio, además de querer destruir tu país, insultan tu inteligencia por el mismo precio. Y eso es lo que los hace tan insoportables. Asens es el típico nacionalista que nos toma por idiotas a los que no lo somos. Y de ahí que su especialidad profesional, la que está a punto de abrirle de par en par las puertas de un ministerio, sean los juegos de manos retóricos con esa burra ciega que Artur Mas bautizó en su día como el "derecho a decidir". Porque Asens, según repite a quien le quiera oír, no es independentista, qué va, sino soberanista. Algo que viene siendo lo mismo que no ser carnívoro sino entusiasta devoto de los chuletones a la plancha de Ávila muy hechos. Por lo demás, este Asens presenta una gran ventaja. Y es que, como diría el gran José María García, se marca solo. Véase si no una mínima muestra de las deposiciones públicas y publicadas del inminente señor ministro que alguien tan poco sospechoso como Xavier Sardà ha tenido la paciencia de inventariar. ¡Agua va!
"A Puigdemont le creo. Le tengo respeto. Parece que quiere ir hasta el final -aún no se había producido el golpe- y está dispuesto a asumir riesgos personales" (revista Crític). "Gracias, Puigdemont, por volver a abrir la puerta del diálogo. Sabíamos que el camino no era fácil. Ni corto. Seguiremos luchando juntos por la República Catalana" ( Twitter, el 10 de octubre, o sea, nueve días después del golpe). "Finalmente, nos hemos interesado por la situación de Puigdemont y el resto del Gobierno. Desde Barcelona -en ese instante aún era teniente de alcalde con Colau- apoyamos al Gobierno legítimo de la Generalitat" ( 9 de noviembre de 2017, en Twitter). "Ahora hay que poner en valor todo lo que une a los que reivindicamos el vuelco del régimen del 78 y el ejercicio del derecho a la autodeterminación. Unidad de acción ante poderosos adversarios, que tienen toda la fuerza de un estado a su servicio" (de un artículo firmado conjuntamente con Joan Tardá). "No seremos libres hasta que los presos políticos lo sean y los exiliados puedan volver a casa" (del mismo escrito anterior).
Así piensa ese soberanista -no confundirlo con un separatista, por favor-, Jaume Asens. El mismo Jaume Asens que perdió las primarias dentro de Podemos-Cataluña para elegir candidatos cara a las elecciones del 28 de abril. El triunfador en aquellos comicios internos fue un obrero castellanoparlante de la Seat llamado Óscar Guardingo. Un obrero de los de verdad, de los de mono azul, que acto seguido fue relegado por Pablo Iglesias a fin de colocar en su lugar como cabeza de lista a su querido amigo Asens. Tras ser defenestrado por el líder nacional, el obrero de la Seat, Guardingo, que también tiene cuenta en Twitter, escribió lo que sigue: "Mucha gente en las bases de Cataluña en Podem no comparte el perfil independentista de la candidatura y de su cabeza de lista. Asens es un hombre íntegro y coherente, pero yo no comparto su posición independentista". Y será ministro.