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José García Domínguez

La inmersión está muy bien para los obreros

Rufián no lo sabe, pero él fue un gran privilegiado en su infancia.

Rufián no lo sabe, pero él fue un gran privilegiado en su infancia.
El diputado de ERC Gabriel Rufián durante la rueda de prensa ofrecida este martes en el Congreso. | EFE

Sostenía el tribuno Rufián hace unos días que el logro de prohibir el uso docente del español en las aulas de Cataluña había constituido en su día una gran conquista de la clase obrera. Si bien, acaso por simple desconocimiento personal, no aclaró Rufián a su audiencia madrileña que esa gran conquista se circunscribe casi única y exclusivamente a la clase obrera desde los últimos cuarenta años a esta parte. Al punto de que cuanto más alejados se muestren los padres de un alumno catalán de pertenecer a la clase obrera, más probable resultará en la práctica que sus hijos no vayan a disfrutar de esa legendaria victoria del proletariado en las aulas de primeras letras.

Sin ir más lejos, el propio presidente de la Generalitat, el mismo Pere Aragonès que se manifestó el sábado pasado por las calles de Barcelona para reclamar el derecho inalienable de los hijos del prójimo a no recibir ni una hora de clase en castellano dentro del colegio, tuvo que pasar personalmente por la tortura de no poder formarse en uno de esos centros monolingües que disfruta nuestra victoriosa clase obrera local. Bien al contrario, Aragonès, al igual que ahora mismo sus propios hijos, fue forzado a cursar primaria y secundaria en un centro privado gerundense, la Escuela Montesori Palau, en cuya página web puede leerse que "respeta la teoría de la lengua materna y promueve el aprendizaje del catalán, castellano, inglés y alemán ya desde educación infantil; el francés se añade a partir de secundaria. Además, en algunas materias se utiliza el inglés como lengua vehicular".

Y otro tanto pasa con la sufrida prole de Junqueras, también marginada del triunfo obrero tras haber sido inscrita en la misma institución donde formaron a su padre, el Liceo Italiano de Barcelona, un lugar en el que la lengua vehicular resulta ser el idioma de Dante. Aunque la condena más sangrante es la que sufren los descendientes del mismísimo consejero de Educación, el muy combativo ( a favor siempre de los derechos educativos del proletariado, huelga decir) González- Cambray, sometidos como están al oprobio de padecer a diario el horror de un centro privado y también multilingüe, el Frederic Mistral de Barcelona. Rufián no lo sabe, pero él fue un gran privilegiado en su infancia.

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