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La huida de Afganistán en 1841

'Nihil sub sole novum'.

20 de febrero de 1839: doce mil uniformados del Ejército del Imperio Británico cruzan la frontera de Afganistán con la India. Al frente de las tropas, sir John Keane. 6 de agosto: los expedicionarios, tras un cómodo paseo militar, toman Kabul. Primera decisión de los ingleses tras hacerse con el control de la capital: nombrar un Gobierno títere encabezado por un colaboracionista local, cierto Suyah, al que se otorga el rimbombante título de Sah. Por lo demás, tanto los gastos del Sah como los de su corte pasan a ser sufragados directamente por Londres. Así las cosas, y aunque el territorio permanece en apariencia controlado por los ocupantes, pequeñas revueltas tribales se suceden a lo largo de 1840 y 41. Un hostigamiento, el de los rebeldes de las montañas, que amenazaba devenir crónico. Algo que encarecía aún más la ya de por sí muy onerosa factura de la permanencia de las unidades en Afganistán. Y es que Su Graciosa Majestad no sólo debía pagar la nómina de los 16.000 miembros de su propia milicia, sino que igualmente se veía forzada a cargar con los sueldos de todos los integrantes del ejército teóricamente afgano, la fuerza local al mando, también teórico, del Sah.

Pero no sólo eso. Los gastos del Gobierno y de la ficción de Estado que los ocupantes habían puesto en pie, todos, sin excepción, corrían igualmente a cargo del Tesoro británico. El precio de quietud aparente pasaba por sobornar a absolutamente todo el mundo. Demasiado caro, carísimo, incluso para la mayor potencia económica y militar del mundo cuando entonces. En consecuencia, Londres transmite la orden de reducir drásticamente el dispendio, empezando por las asignaciones a los jefes de las tribus. Tras solo conocer la noticia, el 2 de noviembre de 1841, los afganos se sublevan. Su objetivo es pasar a cuchillo a cuantos más ingleses mejor. Tan pronto como el 5 de noviembre, el mando colonial ya se dispone a negociar la rendición. El precio: 190.000 libras esterlinas a repartir entre los cabecillas rebeldes. Además, toda la artillería y la munición de las tropas del Imperio quedarán abandonadas sobre el terreno y a disposición de los insurrectos. 5 de enero: el último soldado abandona Afganistán entre el acoso de francotiradores emboscados a lo largo de la ruta de salida. A la masacre de la huida en desbandada de las tropas solo sobrevivirá un hombre, uno solo, el doctor Bryson, que finalmente logrará llegar a la India para narrar lo ocurrido. Nihil sub sole novum.

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