Constitución de Italia, artículo 126: "Se acordarán por decreto razonado del Presidente de la República la disolución del Consejo Regional y la remoción del Presidente de la Junta que hayan realizado actos contrarios a la Constitución o incurrido en violaciones graves de la ley". Constitución de Alemania, artículo 21: "Son inconstitucionales los partidos que, según sus fines o según el comportamiento de sus adherentes, tiendan a trastornar o a poner en peligro la existencia de la República Federal de Alemania". Constitución de Lituania, artículo 3: "El pueblo y cada ciudadano tienen el derecho a oponerse a cualquier atentado por la fuerza contra la independencia, la integridad del territorio o el orden constitucional del Estado de Lituania". Constitución de Francia, artículo 89: "Ningún procedimiento de revisión puede ser iniciado o llevado adelante cuando se refiera a la integridad del territorio". El presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont, acaba de sentenciar con el más solemne y melodramático de los tonos en la tribuna de oradores del parlamento catalán que una democracia, la española por más señas, "que envía a juicio a los responsables del 9-N es una democracia que está enferma". El muy honorable (aún se les sigue designando así) ha olvidado mencionar, sin embargo, que esa enfermedad constituye una epidemia tan universal que se extiende por todas las democracias del planeta que disponen de una constitución escrita. Por todas, sin excepción. Tal es el alcance ecuménico de esa grave patología que denuncian nuestros airados separatistas domésticos.
Constitución de Noruega, artículo 1: "El Reino de Noruega es un Estado libre, independiente, indivisible e inalienable". Constitución de Suiza, artículo 53: "Toda modificación del número de cantones o de su estatus se someterá a la aprobación del electorado y de los cantones afectados, así como al voto del pueblo y de sus cantones". Todo el mundo, absolutamente todo el mundo, igual en Europa que en América, tanto en Asia como en África, está fatalmente enfermo, como se ve. Y los únicos en el planeta todo que no tienen un melonar plantado en la cabeza son ellos, los sufridos catalanistas que estos días nos alertan de esa grave carencia del demos hispano. Los catalanistas y su cansina cantinela con las urnas que, ¡ay!, no les dejan manosear a su soberano antojo. Vaya por Dios, no les dejan votar. Pobrecitos míos. Qué malo es el Estado. Lo más chusco del asunto es que toda su pretendida hiperlegitimación democrática, la base argumental de su pesado lloriqueo interminable, es que se fundamenta en una pura invención demoscópica, en una burda trola estadística.
La premisa mayor del cuento oficial es la falacia indemostrada e indemostrable de que un 80% de los catalanes reclama una consulta de autodeterminación. Nada menos que un 80% de los catalanes. ¿Y cómo saben los separatistas que el 80% de los ciudadanos de Cataluña deseamos tal cosa? Lo saben porque lo dicen ellos. Así de simple. Aunque hay un pequeño problema empírico en toda esa fantasía mil veces repetida a diario por la prensa del movimiento. Y es que el célebre 9-N nadie vio aparecer por los colegios electorales al 80% de los catalanes. Cualquier separatista que domine los rudimentos de las cuatro reglas, Puigdemont sin ir más lejos, debería explicarnos el misterio de por qué solo 1.861.773 catalanes (un 33% pelado del censo) apoyaron la independencia el 9-N. ¿Dónde estaban los demás, president? ¿En la playa? ¿En una calçotada? ¿Viendo Juego de Tronos? El mantra del 80% es un cuento chino. Otro más. Constitución de Bulgaria, artículo 3: "Ninguna parte del pueblo, ningún partido político u otra organización, institución estatal o individuo, usurpará el ejercicio de la soberanía popular". Constitución de Estonia, artículo 2: "El territorio, las aguas territoriales y el espacio aéreo del Estado Estonio son un todo inseparable e indivisible". Constitución de Brasil, artículo 1: "Brasil se constituye en un Estado social de derecho, unitario, indivisible y descentralizado en la forma que establecen esta Constitución y las leyes". Constitución de Rusia, artículo 4: "La Federación Rusa asegura la integridad e inviolabilidad de su territorio". Constitución de Perú, artículo 43: "La República del Perú es democrática, social, independiente y soberana. El Estado es uno e indivisible". Corte Suprema de Estados Unidos: "La Constitución, en todas sus disposiciones, vela por una unión indestructible compuesta por estados indestructibles". ¡Cuántos enfermos crónicos! ¡Cuántos tarados! ¡Puigdemont, cure al mundo!