Un trozo de tela, la pancarta contra el Rey colocada en el balcón de la sede de la patronal ful Círculo Catalán de Negocios, chiringuito de los fieles más fanáticos de Puigdemont fundado y teledirigido por la diputada y portavoz del PDeCAT en las Cortes Míriam Nogueras. Y un trozo de papel, la carta escrita y firmada por nueves reos sediciosos encabezados por Oriol Junqueras, texto en el que se señala de modo expreso (sí, de modo expreso) al Gobierno de España como eventual inductor directo de los asesinatos de las Ramblas. Trozo de tela y trozo de papel que certifican por sí mismos hasta qué profundidades abisales llega la fosa en cuyo suelo habitan la catadura moral y la inteligencia política que hay detrás del golpismo institucional catalán. Una inteligencia política, esa que les impulsó en su día a elegir como enemigo primero a la Casa Real, que Alex Salmond, el líder histórico del Partido Nacionalista de Escocia, glosó ante las cámaras de TV3 y también ante las mismísimas narices de Artur Más, presente ante él en el plató, al recordarles a sus pares catalanes que para ellos, los separatistas escoceses, lograr la neutralidad de la Reina de Inglaterra fue un objetivo estratégico desde el principio. Por eso, insistió Salmond ante un boquiabierto Mas, jamás han atacado ni mucho menos acosado a la Monarquía.
Luego, tras explicarle al presentador de TV3, un noi muy moderno que encuentra "anticuada" la institución monárquica, que "los países más igualitarios del mundo, según las Naciones Unidas, son los escandinavos: Dinamarca, Suecia, Noruega… y todos tienen monarquías constitucionales", un pedagógico Salmond añadió: "No tiene sentido quejarse de la falta de neutralidad de la Monarquía si la política independentista en Cataluña no ha sido neutral respecto a la Monarquía". Mas, el Astuto, trataba de mirar para otro lado. Algo que no le impidió escuchar por boca del ya lanzado Salmond que los escoceses tardaron sesenta años en poder hacer un referéndum legal y pactado. Legal y pactado, enfatizó. Y no era Santi Abascal, era el mismísimo jefe de los separatistas escoceses. Inteligencia política, decíamos. Catadura moral, añadimos. Una catadura moral, la de ese orondo y falsario meapilas, Oriol Junqueras, el hipócrita santurrón de sacristía que acaba de demostrar que posee la vileza rastrera suficiente como para señalar con el dedito a los Servicios de Seguridad del Estado en tanto que artífices probables de aquella salvajada criminal de la que ahora se cumple el primer aniversario. Una provocación en toda regla, una barbaridad incendiaria.
El pío Junqueras, que es el Mal con barriga cervecera y camiseta imperio, sabe de sobras, porque conoce a su público, que ese tipo de basura conspiranoica funciona entre los creyentes, la carne de cañón callejera del procés. Lo sabe mejor que nadie, de ahí que con ese beatífico veneno tan marca de la casa haya colado el párrafo señalando al CNI en su pastoral. Lo ha colocado porque funciona. En la Cataluña contemporánea, lugar donde el porcentaje de simples por metro cuadrado comienza a liderar ya todos los rankings de Occidente, hay una feligresía de dos millones de almas cándidas dispuesta, si se lo dicen Junqueras y Puigdemont, a tragarse que es mentira que el hombre pisó la Luna, que Elvis Presley está vivo y reside en una isla secreta en compañía de John Lennon, que Cristóbal Colón era de Vic y que España les roba. Con esa tropa todo vale porque todo cuela. Así de fácil. Así de triste. No hay mucha inteligencia, no. Luces pocas, sí, pero escoria toda y más.