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José García Domínguez

Jordi Pujol acaba de tener quintillizos

En cualquier país civilizado se estrellarían; aquí, en cambio, Puigdemont volverá a ganar.

Desde que Caín neutralizó con una garrota a Abel y, algo más recientemente, desde que la añorada UCD estalló en cien pedacitos irrelevantes para dar paso al felipismo interminable, una ley no escrita de la ciencia política establece que la división interna en los partidos conlleva siempre como consecuencia fatal el castigo por parte del titular de la soberanía al culpable de la fractura. Es norma que la evidencia empírica acredita en todos los rincones del planeta, en todos salvo en el País Petit. Repárese a esos efectos extravagantes en lo que ha ocurrido con la derecha separatista catalana, o sea con la derecha catalana propiamente dicha, tras el espectáculo pirotécnico del estallido final de la difunta CiU. Y es que de los restos fúnebres del pujolismo acabarían emergiendo hasta cinco partidos, aunque acaso sería más ajustado a su naturaleza profunda llamarlos partidas, distintos. He ahí, juntos y revueltos en el abigarrado gallinero del espacio sociológico del catalanismo bienestante, burgués y menestral, en primer lugar, a Junts per Catalunya, la nueva carcasa electoral articulada en torno al cesarismo mesiánico y polpotista de Puigdemont.

En segundo, al PDeCAT, teórico heredero legítimo de la disuelta CDC en el que también teóricamente, pero solo teóricamente, milita el mismo Puigdemont; en tercero, a un neonato Partido Nacionalista de Cataluña, recentísimo chiringuito soberanista y separatista, pero con vaselina y al ralentí, que dirige Marta Pascal, antigua coordinadora del PDeCAT hasta su súbita defenestracion por orden del Payés Errante; en cuarto, una cosa que se hace llamar Units per Avançar, el fruto último de los contínuos retrocesos de Unió, tinglado que encabeza Ramon Espadaler, antiguo consejero de media docena de departamentos en vida política de Pujol, que, según dice, se animó a montar el asunto porque anhela "el reconocimiento nacional de Cataluña en la Constitución española"; y en quinto, aunque no por último, ya que hay más proyectos que se anuncian por ahí, está el otro partidito separatista pero muy, muy blandito y muy, muy suave en el que milita, entre otros idealistas y filántropos locales, el marido de Inés Arrimadas, amén del procesado por corrupción Germà Gordó, el antediluviano Antoni Fernández Teixidó y una colla de viejos convergentes afines en su mayoría al nunca disuelto sector negocios. En cualquier país civilizado se estrellarían; aquí, en cambio, Puigdemont volverá a ganar. Y si eso hubiera sido posible, sin despeinarse.

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