A Pere Navarro le está empezando a pasar lo peor que puede ocurrirle a alguien en política: que lo tomen por el marido de Olvido Hormigos. Mal asunto haber flojeado a última hora con los alborotadores. Creo que fue Jaume Carner quien dijo aquello tan célebre de que o la República acababa con Juan March o Juan March acabaría con la República (como así fue al final). Y con los abertzales del PSC va a suceder otro tanto de lo mismo: o el partido los fulmina o ellos fulminarán al partido. Por lo demás, la voladura controlada del PSC ya está decidida desde hace tiempo. Así, el siguiente paso de los dinamiteros será apoyar en los ayuntamientos la cascada de mociones de ERC a favor del referéndum. Enésimo desafío a su precaria autoridad que Navarro no podrá soslayar mirando hacia otro lado. Lo del PSC es la crónica de una muerte anunciada. Y únicamente supone una cuestión de tiempo, apenas eso.
Lenta agonía, la de esas siglas-kleenex, que, por cierto, se ajusta a una antiquísima tradición del particularismo local. Al respecto, basta con leer las memorias de Eugeni Xammar, el legendario corresponsal de los años treinta, para comprender que nada nuevo hay bajo el Sol. Xammar, un catalanista de piedra picada, emplea la mitad de las páginas de ese libro en despotricar contra España, madrastra patria a la que detestaba con toda su alma. Y la otra mitad, a ilustrar al atónico lector acerca de los incontables empleos oficiales, chollos diplomáticos, prebendas institucionales, rentas públicas y sinecuras mil con que esa odiada España premió su deslealtad congénita. Ya se sabe, Espanya ens paga para que vayamos berreando por ahí que Espanya ens roba.
Sin un átomo de su talento pero con idéntica trastienda moral, tenemos ahora al Quim Nadal (el Martín Villa catalán, toda una vida sin bajarse del coche oficial ni para ir al servicio). Y al Joan Majó (cuánto no debió de sufrir ese gran patriota catalán cuando el PSOE le obligó por la fuerza a ser ministro de Industria). Y a la pobre Maria Badia (también coaccionada contra su más íntima voluntad a cobrar un sueldo de eurodiputada por imposición de Ferraz). Y a la sufrida Montse Tura. Y al Raimon Obiols, aquel notorio stajanovista. Y al Toni Castells. Todos juntos y en unión clamando por el derecho a decidir… y a facturar. Qué gran fábrica de tartufos, el país petit.