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José García Domínguez

¿Es buena idea destruir Ciudadanos?

¿De verdad cree Casado que allanaría su largo y penoso camino en cuesta hacia el palacio de La Moncloa el hecho de que Ciudadanos dejase de existir?

¿De verdad cree Casado que allanaría su largo y penoso camino en cuesta hacia el palacio de La Moncloa el hecho de que Ciudadanos dejase de existir?
Inés Arrimadas y Carlos Carrizosa durante la valoración de los resultados electorales. | EFE

Tras el derrumbe súbito de Ciudadanos a nivel nacional a raíz de aquella descabellada estrategia ideada por Rivera para ocupar el espacio del Partido Popular, una tradición política que con uno u otro nombre ha venido gobernando España durante casi dos siglos, la idea contraria, diluir Ciudadanos en el seno del PP, comenzó a considerarse en el núcleo rector del primer partido de la derecha. Hipótesis de trabajo que, a raíz del nuevo siniestro total que acaban de sufrir los de Arrimadas en Cataluña, parece que Casado y su gente se podrían estar planteando ya en serio. Maniobra, la de destruir Ciudadanos en una operación de acoso y derribo relámpago parecida a aquella otra que acabó con UPyD en apenas un fin de semana tras la deserción coordinada de media docena de notables, que, por lo demás, se antoja bastante factible. Comprando al peso a cinco o seis dirigentes regionales señalados (perdón por la crudeza del lenguaje en horario infantil), Ciudadanos se disolvería en la nada al súbito modo, exactamente igual que lo de Rosa Díez. 

La cuestión, sin embargo, no es si resultaría posible, que sí lo es, sino si realmente vale la pena hacerlo. Dicho de otro modo: ¿De verdad cree Casado que allanaría su largo y penoso camino en cuesta hacia el palacio de La Moncloa el hecho de que Ciudadanos dejase de existir? Esa es la gran cuestión de todo el asunto. Y la respuesta correcta muy probablemente sea que no. En algún despacho de la difunta Génova, a alguien se le olvidó que Cataluña, territorio poblado por 7’5 millones de personas, es el segundo proveedor de diputados en el Congreso. De ahí que, sin un apoyo significativo entre los escaños catalanes, resulte imposible gobernar España. Y ese apoyo, una vez desaparecida CiU, no lo volverá a tener nunca el PP. Por lo demás, el de Vox y el PP siempre será un juego de suma cero. Ahí no hay nada nuevo que rascar. Solo les quedaba, pues, Ciudadanos, única sigla entre los eventuales y contadísimos aliados posibles de Casado, que podría captar algún que otro voto procedente la izquierda sociológica más tibia y asustadiza. Y se los quieren cargar.

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