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José García Domínguez

El PP prefiere a Podemos

Prefieren dejar la llave de la investidura en manos de Podemos ante que darle una oportunidad, una sola, al sentido del Estado.

Prefieren dejar la llave de la investidura en manos de Podemos ante que darle una oportunidad, una sola, al sentido del Estado.
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Prefieren dejar la llave de la investidura en manos de Podemos ante que darle una oportunidad, una sola, al sentido del Estado. Ellos –y ellas– son así. Desde hace un par de siglos, y acaso porque solo muy recientemente dejamos de ser un país pobre, la derecha política española recluta a sus cuadros directivos entre el funcionariado del Estado, con especial predilección por ciertos cuerpos de la elite burocrática, como el de la abogacía del Estado, los inspectores de finanzas o la alta magistratura. Nuestra derecha es una derecha de funcionarios que, al margen de algún superficial barniz ideológico más fruto de la necesidad propagandística que de la convicción intelectual, se rige en sus relaciones internas por las jerarquías y los órdenes de prelación personal propios de los escalafones ministeriales.

Son funcionarios que piensan como funcionarios, se relacionan entre ellos como funcionarios, conspiran entre ellos como funcionarios y se acuchillan entre ellos al modo ancestral que es costumbre entre los funcionarios. El general Franco era eso, un general del Ejército; Adolfo Suárez, un valido que en su momento había ganado por oposición una plaza vitalicia en el Instituto Social de la Marina; Leopoldo Calvo Sotelo pasó más de la mitad de su vida en el despacho oficial del presidente de Renfe, la mayor empresa del Estado; José María Aznar se apresuró a sacarse una plaza del Ministerio de Hacienda antes de probar suerte como cunero en la ya agónica Alianza Popular de Fraga, otro funcionario memorión y pluriopositor; Rajoy, es sabido, disfruta lo de Santa Pola; Cospedal y Santamaría son abogadas del Estado; Cifuentes fichó puntual hasta la excedencia en un negociado adscrito a la Complutense; Feijóo, en fin, conserva haberes pasivos, montepío y trienios en el cuerpo superior de la Xunta. Y así todos.

He ahí la explicación última a la resistencia que los cuadros de la segunda línea del Partido Popular oponen a que España pueda salir de esta interinidad con la investidura de un Ejecutivo integrado por los partidos del centro. Siendo palmario que no existe ninguna objeción insoslayable por parte de la bancada de la derecha a la propuesta programática que perfilan PSOE y Ciudadanos, su irresponsable solipsismo únicamente puede obedecer a esa obsesión tan suya con el escalafón. Se oponen a una operación de Estado diseñada para salvaguardar tanto los intereses a corto plazo del país como la pervivencia futura del sistema no porque discrepen en absoluto del contenido del proyecto, sino por una simple ambición corporativa llamada a verse frustrada. Única y exclusivamente por eso. Temen que ya haya corrido el escalafón cuando les toque mandar a ellos. Su tan cacareado sentido del Estado, ese con el que nunca se cansan de llenarse la boca, resulta que empezaba y terminaba ahí. Ah, el sillón.    

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