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José García Domínguez

El expolio de Cataluña

Decenas de miles de catalanes creen con la fe del carbonero que si fuésemos independientes esos 16.000 millones volarían raudos hacia nuestros bolsillos.

Decenas de miles de catalanes creen con la fe del carbonero que si fuésemos independientes esos 16.000 millones volarían raudos hacia nuestros bolsillos.

Las religiones laicas, y el catalanismo no es otra cosa distinta, son tan eficaces por la doble razón de que no únicamente sus mantras resultan impermeables a cualquier refutación empírica, sino porque esas mismas pruebas en su contra sirven para fortalecerlas. A ojos de los micronacionalistas, por ejemplo, el famoso expolio fiscal encierra una verdad tan evidente que no requiere demostración. Un principio básico de la higiene intelectual prescribe que la carga de la prueba recaiga siempre sobre quien realiza la afirmación. Así las cosas, si yo postulase que Marte está habitado por unas pequeñas criaturas de epidermis verdosa provistas de un par de antenas en la cabeza, a mí, y únicamente a mí, correspondería aportar las evidencias fácticas de tan sensacional descubrimiento. En ningún caso cabría reclamar a los escépticos que fueran ellos los encargados de hacerlo.

La psique catalanista, sin embargo, se rige por una lógica distinta. Ellos nunca pierden el tiempo en demostrar sus historias de marcianos. Simplemente, elaboran la trola y luego la repiten hasta la nausea. Eso es todo. Y no se equivocan de estrategia, por cierto. A fin de cuentas, en las sociedades de masas lo importante es aquello que se percibe como verdad, no la verdad misma. Sin ir más lejos, todos los catalanes saben que el déficit fiscal con el resto de España es de 16.000 millones de euros; esto es, justo cuatro veces más que los recortes que se ha visto forzada a realizar la Generalitat por mor de cumplir con el déficit. En consecuencia, decenas de miles de catalanes creen con la fe del carbonero que si fuésemos independientes esos 16.000 millones volarían raudos hacia nuestros bolsillos.

Se trata, huelga decirlo, de una falacia de dimensiones más o menos equivalentes a las de la catedral de Burgos. No importa: repetida cien mil veces, la gente se la traga. Ya pueden Montoro y Ángel de la Fuente publicar las evidencias aritméticas que certifiquen lo peregrino de esa cifra, la mentira seguirá colando. ¿O acaso los Testigos de Jehová no se aferraron con renovada devoción a los dogmas de la secta tras revelarse falsa de toda falsedad la fecha fijada por su profeta para que ocurriese el fin del mundo? Disonancia cognitiva llaman los psiquiatras a tales mecanismos de defensa frente a los desaires de la realidad. La difusión de las balanzas fiscales solo va a suponer una fuente de problemas. Será que aún teníamos pocos.

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