Lo poco que aún queda en pie de Ciudadanos va a estrellarse en las urnas catalanas el próximo febrero, si es que no se termina aplazando la convocatoria, algo que la gente de Puigdemont todavía anda intentando a estas horas de modo febril. El PP también se va a estrellar, claro, pero el PP se estrella siempre y desde siempre en Cataluña, así que lo suyo apenas constituirá la repetición ritual de una tradición local consuetudinaria. Y es que, a diferencia de Ciudadanos, el PP nunca ha pintado nada en la plaza. Y ello por la muy prosaica razón de que, en Cataluña, la derecha solo habla y piensa en catalán, en catalán y en catalanista. Única y exclusivamente. De ahí lo quimérico de fantasear con que el constitucionalismo pueda aspirar a ganar la partida alguna vez vistiendo el ropaje retórico y formal de la derecha. Hay cosas que, simplemente, no pueden ser. Y esa es una.
Ciudadanos triunfó de forma tan inopinada en su momento por dos razones. La primera y fundamental, porque el PSC de los hermanos Maragall, el del Tripartito, tiró por la borda el alambicado y medidísimo equilibrismo identitario, tan ambiguo siempre, que los socialistas catalanes habían convertido desde la fundación misma del partido en su principal seña de identidad. Los Maragall, ahora lo sabemos, ya tenían por aquel entonces un pie y parte del otro en el independentismo expreso, un lujo burgués que el grueso del electorado metropolitano del partido no iba a tolerar. La otra razón del éxito de Ciudadanos, complementaria de la primera, apelaba no a lo que era el partido entonces de Rivera, sino a lo que no era. Porque aquel novísimo banderín de enganche no era como el PP, algo que lo convertía en votable a ojos del tradicional electorado castellanoparlante de los socialistas, el ya alarmado ante la abierta deriva soberanista de sus antiguas siglas de referencia. Pero ahora todo es distinto. Ciudadanos ha devenido en otro partido más de derechas, el tercero. Y el PSC, por su parte, ha aprendido muy bien la lección. Con el PSOE gobernando España e Iceta recuperando el viejo cantinflismo retórico que siempre les sirvió para navegar entre dos aguas nacionales, el PSC tiene ahora todas las de ganar y Ciudadanos, todas las de perder. Se lo han ganado a pulso.
José García Domínguez
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El derrumbe que nos espera en Cataluña
El PSC tiene ahora todas las de ganar y Ciudadanos, todas las de perder. Se lo han ganado a pulso.
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