Unidas Podemos, la totalidad de cuyos diputados autonómicos abandonó de modo bien ostensible el hemiciclo del Parlament de Cataluña cuando un electo de raza negra se disponía a hablar por primera vez desde la tribuna, acaba de incorporar a su lista electoral madrileña al señor Serigne Mbayé, presidente de un llamado sindicato de manteros e igualmente miembro, parece que destacado, de la Asociación de Sin Papeles (se supone que de residencia legal en España). Hasta ahí, por lo demás, nada habría que objetar. Pero resulta que a los voceros de Unidas Podemos les ha faltado tiempo a fin de sentenciar que la incorporación de Mbayé contribuirá a acabar con “las políticas racistas” del Partido Popular. Asunto, el de la contraposición retórica entre el pretendido racismo de los liberal-conservadores y el no menos hipotético antirracismo de la izquierda, que merece algunas aclaraciones históricas. Y es que en la muy racista España gobernada por el Partido Popular de José María Aznar se instalaron legalmente en España más de tres millones de extranjeros extracomunitarios.
Una cifra que luego casi llegaría a doblarse en tiempos del también muy racista José Luís Rodríguez Zapatero. Yo no sé si el señor Mbayé, hoy felizmente ciudadano español a todos los efectos, conoce algún otro país de Europa en el que un volumen similar de inmigrantes procedentes de otros continentes fuesen acogidos e integrados en la vida legal mientras gobernaban tanto conservadores como socialdemócratas. Pero, si lo conoce, yo le animaría a que nos lo descubriera en algún rato libre que le deje su muy intensa lucha militante contra el racismo del centroderecha madrileño. Y, ya puestos, también les pediría a sus compañeros de candidatura que echasen un vistazo somero, muy somero, a los programas y declaraciones de principios de partidos europeos occidentales tan inequívocamente de izquierdas como la Francia Insumisa de Jean-Luc Mélenchon o los respectivos partidos socialdemócratas de Dinamarca, Austria, Holanda y Suecia. Si se animan a hacerlo, descubrirán, acaso con algún asombro, que todos ellos, fuerzas inequívocamente progresistas que jugaron un papel determinante en la construcción del Estado del Bienestar tal como hoy lo conocemos, se oponen, y de modo firme, a las migraciones masivas e incontroladas hacia Europa. ¿Son también fascistas a pesar de no ser madrileños, Pablo?