Cien millones de moscas no pueden estar equivocadas. O eso es lo que también barrunta el nuevo presidente de Sociedad Civil Catalana, Fernando Sánchez Costa, el ex diputado regional del Partido Popular de Cataluña y veterano docente en un centro universitario del entorno del Opus Dei en Barcelona que ha sustituido a Josep Ramon Bosch, otro ex del PP catalán ahora embarcado en el proyecto de resucitar algo parecido a la vieja Convèrgencia de Pujol, una sopa menestra de catalanismo tibio y la preceptiva matraca asimétrica e identitaria de siempre que llevará por nombre el de Lliga Democràtica. Mas volvamos a la lógica nada cartesiana de las moscas y su dieta favorita. O sea, a la del otro Sánchez. "No puedes decir ‘no’ a dos millones de personas", acaba de deponer el presunto líder de la resistencia constitucionalista local en relación al objetivo político de los separatistas. Y uno infiere que si no podemos decirles ‘no’, quizá habrá que decirles ‘sí’ y, acto seguido, rendirnos para partir hacia el exilio. ¿Es eso lo que postula el otro Sánchez?
Dejemos que él mismo nos lo aclare para así salir de dudas. "Las personas somos seres de sentido y tú a dos millones de personas [ Ah, los cien millones de moscas] no les puedes decir: ‘No, lo que has hecho no ha tenido ningún sentido durante seis años. El ‘procés’ independentista, todas tus movilizaciones, todo eso no ha valido para nada". ¿Y por qué no se lo podemos decir? Pues no se lo podemos decir porque, según el otro Sánchez, "eso no va a ser aceptado y no puede ser asumido ni psicológica ni políticamente". Acabáramos. No podemos crearles un trauma psicológico a los pobrecitos golpistas del 1 de Octubre. Sería de una crueldad inhumana. Sin embargo, sí se lo habíamos podido decir hasta ayer mismo, con el consiguiente impacto emocional que nuestra actitud habrá causado en ellos. Unos estragos terribles que imagino habrán escandalizado a la tierna sensibilidad del otro Sánchez. ¿Debiéramos tal vez pedirles perdón a los separatistas por haber estado contrariándolos durante todo este tiempo? Prefiero no conocer su respuesta.
Por lo demás, está claro: si dos millones de españoles albergan un deseo muy, muy intenso, ese deseo debe ser satisfecho por el orden político. Pero resulta que también hay cuatro millones de españoles, en su día cinco, que quieren acabar con el capitalismo. Y cuatro parece que todavía es el doble de dos. ¿Deberíamos suprimir mañana mismo el capitalismo para no generar frustración psicológica en los cuatro millones de votantes de Podemos? No semeja que nuestro tan delicado y sensible Sánchez esté por esa labor. ¿Y por qué en un caso sí y en el otro no? He ahí la madre del cordero claudicante. Pues porque, aunque no lo vaya a verbalizar nunca, nuestro Sánchez considera en su fuero interno que los dos millones de separatistas encarnan la legítima representación política de los catalanes genuinos. Esos cuatro millones de votantes de Podemos no son más que una mínima parte de España a sus ojos, pero dos millones de separatistas son Cataluña. No una parte de Cataluña, sino Cataluña. Y por eso se quiere rendir. El problema es que ese tipo no habla por boca de ganso. A Sánchez lo acaban de poner ahí PP, PSC y Ciudadanos. Ya hemos escuchado, pues, a Doña Rogelia. Ahora solo nos falta saber quién es la Mari Carmen que se expresa a través de sus labios.