Un visionario adelantado a nuestro tiempo presente, el novelista Jerzy Kosinki, autor de Desde el jardín, la narración que inspiró el guión de Bienvenido Mister Chance, decidió suicidarse tras dejar constancia en su obra magna de que nos estábamos adentrando en una nueva época histórica en la que cualquier idiota provisto de buena presencia podía llegar a lo más alto con solo recitar ante su auditorio ristras de lugares comunes y perogrulladas extraídos de pasarse la vida viendo la televisión. Yo no creo que Joe Biden, ya oficialmente el no sé cuántos presidente electo de los Estados Unidos de América, resulte ser un idiota, pero asombra pensar que haya logrado conquistar la Casa Blanca tras interminables meses de campaña en los que su única propuesta política reseñable ha sido el insistente consejo de utilizar mascarillas desechables para protegerse contra el covid. Aunque, si bien se mira, mucho más extraño resulta el enorme carisma de su antecesor Obama entre el progresismo planetario.
Obama, de cuya obra de gobierno en ocho años apenas cabe citar la reforma sanitaria, pacato, timidísimo amago de extender la cobertura médica a toda la población que quedaba a años luz de lo realizado, entre otros muchos, por el general Franco, aquel célebre izquierdista, en la España de los sesenta. Igual que le sucedía al muy lerdo Chance, en los discursos oficiales de Biden, no mucho más complejos en su prosaica literalidad que los del pobre jardinero, todo el mundo está queriendo entrever ahora las claves alegóricas de un gran cambio futuro en la política americana, sobre todo en sus querellas con China. Pero nada esencial podrá cambiar, ni para bien ni para mal, en ese asunto. A fin de cuentas, pese a cuatro años de fanfarronadas marca de la casa, tampoco nada sustancial cambió con Trump. Y ello fue y seguirá siendo así porque resulta que el Partido Comunista Chino, a través del Banco Nacional de China, es a fecha de hoy el mayor propietario de bonos de deuda pública emitidos por el Gobierno de los Estados Unidos. El mayor, sí. Eso significa que Pekín podría provocar un colapso súbito de la economía americana con solo poner a la venta de golpe todos esos bonos. Tan aterradoramente sencillo como suena. Kosinski, su padre literario, nos dejó, pero Chance es evidente que sigue entre nosotros. Nunca se fue.