Fantasear, tal como estos días alguna prensa madrileña, con que Artur Mas pudiera hacer coincidir el aborto de su nasciturus refrendario con un adelanto de los comicios regionales es desconocer la querencia secular del catalanismo político por la lírica frente a la épica. Quienes han frecuentado la intrahistoria del país petit saben bien que en Cataluña solo ha habido un Jaume Compte, el líder de aquel atrabiliario Partit Català Proletari que, viendo perdida la batalla del 6 de Octubre ante los soldados de Batet, abochornado por la indignidad medrosa de los escamots y enronquecido de gritarles "¡Cobardes!", de pronto exclamó: "¡Ahora veréis cómo muere un catalán!". Para, acto seguido, dirigirse a un balcón de las Ramblas situado justo enfrente a las baterías de artillería e inmolarse con el pecho horadado por una descarga de metralla.
De esos, decíamos, hubo uno y nada más que uno. Pensar que el presidente de la Generalitat tiene entre sus planes pasar a la los anales como el segundo Jaume Compte exige no saber nada ni de Mas ni de Cataluña. Y es que, para CiU, precipitar un adelanto de las elecciones en el clima de frustración colectiva que sobrevendrá tras el seguro veto del Constitucional equivaldría, de facto, a un suicidio tan gratuito y absurdo como el de Compte en su momento. Recuérdese al respecto el célebre enunciado que diera Carlo Maria Cipolla a su Tercera Ley Fundamental de la Estupidez Humana:
Una persona estúpida es un individuo que causa un daño a otra persona o grupo de personas sin obtener, al mismo tiempo, un provecho para sí, o incluso obteniendo un perjuicio.
Y acaso Mas resulte ser un malvado, no lo dudo, pero se hace muy cuesta arriba creer que también encierre en su misma persona a un idiota estructural. Porque únicamente a un idiota estructural se le ocurriría acatar de grado el dictamen suspensivo de la Justicia para acto seguido, y sin solución de continuidad, lanzarse por la pendiente de una declaración unilateral de independencia, plebiscitarias mediante. Ocurrencia tal no tendría ni pies ni cabeza, sobre todo cabeza. El 9 de noviembre no se va a celebrar, por supuesto, referéndum alguno en Cataluña. Y mucho menos habrá de producirse un sucedáneo en forma de comicios anticipados. Tras el farol no hay nada. Nada de nada. La lírica, ya se sabe.