Sin duda, una de las palabras más repetidas en esta columna es "libertad". Cada loco, ya se sabe, con su tema. Solo que éste es el de todos. Pues, ¿qué sentido tendría la libertad para Robinson Crusoe? Cuando vivimos con más personas, cabe la posibilidad de que unos sometan a otros, y es precisamente entonces, en sociedad, cuando tiene sentido el anhelo de vivir en libertad. Vivir sin el sometimiento a la coacción de otros.
Todo ello puede parecer un extracto de un libro de texto, pero tiene que ver con nuestra vida diaria. Y cada vez más, pues, por algún motivo, somos menos dueños de nuestra vida. Todo, desde nuestras creencias a nuestros usos y consumos, de nuestro trabajo a nuestras relaciones personales, del modo en que fabricamos lo que queremos al que enseñamos a nuestros hijos, todo está en cuestión, y de todo se dice que lo deben elegir otros. Además, de lo que trabajamos y ahorramos, el Estado se queda con una parte creciente. Trabajamos cada vez más para otros, y la vida que llevamos no es del todo la que elegiríamos.
De modo que no es mala idea recordar, a cada ocasión, que hay un pedazo de nuestra vida de la que no disponemos, y que la reclamamos para nosotros. No se trata de inventarse derechos y pedir por pedir, sino de exigir lo que nos pertenece. Y no se trata de una exigencia egoísta y antisocial. En primer lugar, porque es para todos. Y en segundo, porque una sociedad buena no puede estar basada en el reparto, arbitrario o no, de quién decide sobre los demás, y quién obedece.
Se dice del periodismo que debe estar contra el poder. También se dice que debe tener como primer criterio la verdad. Por algún motivo, fácil de imaginar, lo segundo lleva también a lo primero. El periodismo es escribir un relato veraz y relevante sobre lo que ocurre, y no creo que deba plantearse otro objetivo. Ya es difícil de por sí, como para querer cambiar el mundo con un titular. Libertad y verdad. Que no nos abandone el deseo de poseerlas.