La última encuesta del diario El Mundo reduce la ventaja del PP sobre los socialistas a la mitad: de 16,5 a un entorno de 7,5 puntos, sin muchas diferencias si es Chacón, Rubalcaba o José Bono el candidato del PSOE. El efecto Zapatero ya tiene medida: suponía un lastre de 9 puntos. Liberado del mismo, parte del electorado socialista que decía que se iba a quedar en casa, dice ahora que sí votará. 16 puntos de ventaja parecen una enormidad para una remontada en las encuestas, pero los apenas 8 puntos que mantienen los populares son otra cosa.
No hace falta creerse a pies juntillas las encuestas para ver la relevancia de ésta. Y es lógico que quienes desean una amplia mayoría del PP se sientan inquietos ante la posibilidad de que los socialistas se mantengan en el poder cuatro años más. Cuatro que bien podrían ser ocho: la economía en 2016 no sería una baza tan importante para un PP en la oposición, que además tendría que haber pasado por forjar un nuevo liderazgo.
Hay buenas razones para pensar que esos 8 puntos pueden ser insuficientes para una victoria popular. El PP todavía no nos ha explicado por qué motivo tendríamos que votarle. Y la próxima campaña masiva de la izquierda agitando el miedo a que la derecha llegue al poder (porque vive Dios que la habrá), movilizará a parte del electorado socialista, ahora renuente.
Todo ello es razonable y todo ello lo he razonado yo mismo en estas páginas varias veces. Pero creo ahora que quienes no quieren otra cosa que una mayoría absoluta del PP no tienen tanto motivo para alarmarse. Claro está que creo en la capacidad de la izquierda, y de esta derecha, de darle la vuelta a la situación. Pero, francamente, lo veo ya muy difícil.
En primer lugar, ocho puntos pueden ser suficientes para una mayoría absoluta. Aznar la consiguió en 2000 con un 44,5 por ciento de los votos, que es menos que lo que le augura la encuesta de El Mundo. En segundo lugar, nueve puntos son una remontada fenomenal por parte del electorado de la izquierda, pero el décimo, el undécimo, les va a salir más caro. Tres: no hay motivos para pensar que esa recuperación se pinchará al menos en parte, viendo que el paro no va a remitir el todo 2012: La recuperación que podría darle un respiro a los socialistas sencillamente no llegará a tiempo. Los populares, en cuarto lugar, vendrán de ganar dos elecciones en el conjunto de España: las europeas y las autonómicas y locales. Hay una consistencia en el sentido del voto y con la marcha general de la economía. El PP, en quinto lugar, contará con más resortes para presentarse ante los electores, ya que puede que ganen alguna región más en la que todavía no gobiernan. Y seis, la próxima campaña del dóberman ya no tendrá el efecto de antaño: se puede crear miedo a partir de lo desconocido, pero la gente recuerda los 8 años del PP en el poder y dejan poco margen para azuzar el miedo a la derecha.
Lo único alarmante, lo verdaderamente preocupante, no es el efecto Zapatero, sino el efecto Rajoy: su falta de liderazgo, que por calculada no tiene porqué no ser auténtica, es la que amenaza una holgada mayoría del PP. No es ya que Mariano Rajoy no sepa encauzar un enorme caudal de descontento con el Gobierno, una pesada sensación de hastío y la necesidad de encontrar un Gobierno que sepa lo que debe hacer, que lo explique y que lo haga. Lo peor es que no está claro que Rajoy quiera asumir él toda la responsabilidad de cambiar las cosas para bien. Es más, creo que teme encontrarse en esa tesitura. Y que hará lo necesario para evitarla. Y para el efecto Rajoy no estamos preparados.