El mariscal Petain, héroe de la Primera Guerra Mundial y supuesto villano en la Segunda, dejó escrito que las guerras las ganan los maestros de escuela. El aserto es de una clarividencia absoluta. Aunque este militar se refería a la guerra como enfrentamiento armado, hoy lo podemos adoptar como argumento central de la guerra ideológica que sufre España desde el advenimiento de la II República hasta nuestros días. En todos estos decenios la escuela y la universidad han sido un constante campo de batalla ideológico-político, en vez de un deseable crisol de ideas y conocimientos.
Huelga decir que la guerra de la ideología siempre la ha ganado la izquierda liberticida y profesoral, una casta que se reproduce generación tras generación gracias a la desidia de un Estado irresponsable que la ha dejado crecer dentro de sí, lo que le ha servido para crear una sólida estructura de poder simbólico y fáctico. Los resultados del triunfo de esta izquierda profesoral se vienen sufriendo desde hace décadas, sin que ningún Gobierno sea capaz de desmantelar este sistema educativo estatalista y doctrinario, que sólo favorece a la casta profesoral con su inmovilismo y un sueldo vitalicio a cargo de los sufridos contribuyentes. Las constantes huelgas "por la educación pública" que soporta la nación no son más que una vindicación del estatus vitalicio del profesorado, apoyado por una vanguardia estudiantil que esgrime como sólido argumento para manifestarse el "franquismo" del Gobierno. Este es el nivel de la educación española: radicalismo ideológico comunistoide (no hace falta más que ver cómo en las algaradas callejeras se agitan banderas de sociópatas tipo Lenin o el Che); planes de estudio obsoletos, ideologizados y ajenos a la realidad económica y empresarial; profesorado endogámico, donde domina y predomina el perfil progre; universidades por doquier que duplican carreras y funcionarios; fracaso escolar vergonzante... Todo este escenario no es un síntoma de la decadencia académica y social, sino la causa primera de la crisis estructural que sufre España.
Las barbaridades académicas que han salido a la luz estos días en las pruebas de acceso al magisterio no son más que la consecuencia de este Estado dentro del Estado que es el lobby profesoral. Es grave que un maestro aspirante a funcionario educativo califique una gallina como mamífero pero es terrible que una profesora de la Universidad del País Vasco, líder del partido parlamentario que no condena el terrorismo etarra, Laura Mintegui, hable de "asesinatos políticos". No son anécdotas, son ejemplos categóricos. La educación tiene que liberalizarse y abandonar el patético monopolio público, tan del agrado de la izquierda, que lo pastorea y lo tiene en propiedad.