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José Antonio Martínez-Abarca

Si los catalanes volaran, taparían Beijing

En estos tiempos en que hasta Woody Allen cuenta como catalán universal para el medallero, lo más probable es que la mayoría de los atletas que han competido representando sentimentalmente a sus países estarán encantados de ser adoptados .

Al consejero de la vicepresidencia catalana, Carod-Rovira, le ha faltado contar como catalanes a algunos medallistas olímpicos que por error ("o por la pela", añadiría su privado Joan Puig) han competido por ese Estado improbable que es España. Carod ha hecho sus cuentas porque no tiene otra cosa que hacer, ni este verano ni nunca, y se ha felicitado por el éxito en Pekín de los que alguna vez en su vida han pasado por Cataluña, aunque sea haciendo trasbordo, por caerse por un precipicio cuando pisaban la frontera con Francia o bien en cualquier parte del planeta (ya se sabe que los catalanes nacen donde quieren, como Dios es argentino pero de Galilea). También incluye a cuantos hayan comido alguna vez un arros amb espardenyes o el improbable pollo con langosta, platos que te nacionalizan el estómago y también cuentan como animal de compañía, aparte del pulpo.

"Deportistas nacidos, residentes o formados en Cataluña han conseguido hasta nueve medallas", según el consejero. Peca de modestia. Ha querido decir deportistas nacidos, residentes, formados, vacacionados, transeuntados, pasados, recorridos, comidos, bebidos o fornicados en o por Cataluña. ¿Por qué poner límites a la misericordia de Cataluña? ¿Cuántas medallas no habrán conseguido los que por lo menos una vez en su vida se hayan llevado de Cataluña, no la pela, que otra vez vuelve a intervenir Joan Puig sin permiso (deje terminar, sr. Puig, a su superior Carod, que si no se nos equivoca al contar medallas) sino, aunque sea alguna vez, el polvo del camino en los zapatos, por volver del revés el dicho que algunos ponen en boca de un santo al que echaron como vagabundo de la ciudad murciana de Lorca: "de Lorca, ni el polvo del camino"?

En estos tiempos en que hasta Woody Allen cuenta como catalán universal para el medallero, lo más probable es que la mayoría de los atletas que han competido representando sentimentalmente a sus países estarán encantados de ser adoptados por el Gobierno catalán, más que nada por si les suelta una subvención. A condición de que una vez contabilizados como "catalanes" les permitan seguir ganando la gloria para su país, que puede ser España como pueden ser las Islas Salomón.

Porque sería algo exagerado afirmar que Pau Gasol o Rafa Nadal, naturales de los "països" ambos los dos, han sido constreñidos gravemente a luchar por un Estado único que no es el suyo, ya que querrían competir por otro. De hecho, están públicamente orgullosísimos de que les hayan obligado por ley a ser españoles. Nadal, en concreto, está tan orgullosísimo de querer la gloria española que no le preocupa lo más mínimo que el Gobierno mallorquín le desprecie y le ningunee por eso. Hay catalanes que han ganado medallas, como hay otros que no tienen ningún problema en figurar como catalanes para Carod y que también las han conseguido. Pero, ¿cuántos de esos medallistas estarían dispuestos a ganar no solo la gloria que realmente sienten, sino la que los independentistas quieren ordenarles? El podio se despuebla. Mejor que Carod-Rovira siga contando como triunfadores catalanes a Michael Phelps o a Usain Bolt, si es que estos han ido alguna vez de turistas por la Barceloneta. 

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