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José Aguilar Jurado

El PSOE y la enseñanza

¿Pero qué han hecho los gobiernos socialistas en educación?

El PSOE siempre ha considerado la educación como su buque insignia. Es su terreno. Presumen de que les preocupa la educación. De que ellos han sido los que han generalizado y universalizado el acceso a la educación en España. De que antes de ellos esto era un páramo.

¿Pero qué han hecho los gobiernos socialistas en educación?

Pues efectivamente, ellos han generalizado… no la educación, sino la palabra educación, con la que han sustituido el vocablo enseñanza. Enseñanza y educación no son exactamente sinónimos. Enseñanza es instrucción, transmisión de conocimientos. Y educación es, sobre todo (para ellos), adoctrinamiento. De hecho, hasta les han cambiado el nombre a los colegios públicos, que antes eran "de Enseñanza General Básica" y ahora "de Educación Primaria". O a los institutos, que fueron "Institutos Nacionales de Enseñanza Media", pasaron a ser "Institutos de Enseñanza Secundaria" y ya son "Institutos de Educación Secundaria". Y no crean que esto es un melindre filológico: tiene más importancia de lo que parece.

El caso es que el PSOE es el responsable de la Logse, promulgada en 1990, una ley que profundizó de manera radical y catastrófica en los males de la enseñanza española, que, para ser justos, ya venían apuntando desde antes, sobre todo desde la Ley General de Educación (1970) del tardofranquismo.

La Logse es una ley dogmática, que consagra una doctrina pedagógica como la única posible. La enseñanza comprehensiva (de vieja raigambre progre anglosajona), según la cual a los alumnos hay que agruparlos por edad, y no por conocimientos, es la piedra angular del arco logsiano. Los socialistas presumen de que ellos introdujeron la enseñanza obligatoria hasta los 16 años. Antes de la Logse la obligatoriedad era hasta los 14, pero lo cierto es que muy pocos alumnos abandonaban antes de los 16. O sea, la generalización no fue llevar a la escuela a grandes masas de chicos que estaban fuera, sino obligar a quedarse hasta los 16 a un pequeño porcentaje de alumnos que resultó que sí, que se quedaron, pero fundamentalmente para obstruir el derecho a la educación de los demás y para reventar las clases. La caída en picado de la disciplina a partir de la Logse fue vertiginosa. Porque a este pequeño porcentaje de chicos, que realmente no tenían interés por estudiar, no se le dio una salida práctica, sino que se les mantuvo en las mismas aulas que el resto. E imaginen lo que un adolescente aburrido puede liar durante seis horas diarias sentado en un aula recibiendo lecciones que ni entiende ni le interesan.

Otro aspecto básico de la Logse socialista es la ausencia de pruebas de nivel externas. Es decir, de reválidas. Pero ojo, porque las reválidas no las quitó el PSOE. Las reválidas las quitó Franco. Así como suena. Las reválidas, exámenes estatales o como ustedes quieran llamarlas, existían en la República y Franco las mantuvo… hasta que en 1970 se las cargó. Y, claro, se acabó el control de calidad del sistema.

Por supuesto, los socialistas se muestran muy contrarios a las reválidas, pruebas que permitían, entre otras cosas, que el Estado validara las notas y los títulos obtenidos en los centros privados. Los alumnos de coles de pago tenían que presentarse (junto con los de institutos nacionales) a la reválida. No se les daba el título si no aprobaban. Así que había que prepararlos bien. Y había que exigirles. Y no se podían regalar las notas. Eso se acabó en 1970 por obra de Franco, insisto. Y los socialistas, encantados con la cacicada franquista.

Por cierto, para evitar equívocos: la Logse sigue en vigor. Las leyes posteriores son remodelaciones o repellados mínimos del muro logsiano. Incluidas las del PP. Ahora se llama Lomce, pero es la Logse con colorines. Y las timiditas reválidas que Wert introdujo, de momento, ya no se van a aplicar. Porque, además, otro de los grandes logros socialistas (con ayuda, también, del PP) es la fragmentación de las competencias educativas. El Ministerio de Educación se ha quedado en nada. Ahora son los sátrapas taifeños los que hacen y deshacen. Sobre todo, en un asunto crucial como la lengua vehicular. El apoyo socialista (y de la izquierda en general) a la inmersión lingüística obligatoria ha sido entusiasta. Y la derecha pepera también ha contribuido, porque los abusos se han producido no solo en Cataluña (donde han llegado al extremo totalitario de negar la enseñanza en lengua materna al 55% de la población), sino en otras comunidades autónomas gobernadas por el PP, que, en distintos grados, también han dificultado o impedido la elección de lengua.

Los socialistas presumen de que buscan la igualdad entre los españoles, y repiten insistentemente que la educación pública es una inversión social destinada a ayudar a los desfavorecidos… Pero lo cierto es que el resultado de sus políticas ha sido justamente el contrario. No hay ley que haya beneficiado más a la enseñanza privada que la Logse. Para huir de la ruina logsiana muchos padres han hecho economías y han metido a sus hijos en la privada. El prestigio de los institutos nacionales se ha venido abajo estrepitosamente. Hubo un tiempo en que las familias pudientes enviaban a sus hijos a los institutos, que contaban con unos profesores, en general, mucho más preparados que los de los colegios privados. Había catedráticos y agregados que pasaban unas duras oposiciones nacionales. La Logse se cargó el acreditado cuerpo de catedráticos de instituto (los últimos están a punto de jubilarse). También el de agregados. Se hizo un remix con el cuerpo de profesores de Formación Profesional. Y con el de maestros de Primaria, a los que se permitió optar a plazas de institutos de Secundaria, mientras por arriba se cegaban las vías de acceso del profesorado de Secundaria a la Universidad. Las oposiciones se autonomizaron y se descafeinaron. Los profesores ya no son, en la práctica, funcionarios del Estado, sino de la autonomía. Además, ahora para opositar a profesor es mucho más importante el dominio de la jerga pedagógica que el de los contenidos de la asignatura. Cualquier parecido entre las oposiciones de los años 70 y las actuales es mera coincidencia.

Por otro lado, la posibilidad de que los hijos de los obreros, con su esfuerzo (y con las becas por nota, que también se cargó el PSOE), se abran camino en la vida se dificultó muchísimo con las leyes socialistas. Es que bajar los niveles a quienes más perjudica es a los de abajo. Los títulos ya no valen nada. Incluso muchos títulos universitarios son papel mojado. El que quiere preparación necesita la pasta de papá para irse al extranjero o costearse un máster. O dos, mejor.

La enseñanza pública durante mucho tiempo había sido un ascensor social. Pero la falta de rigor, el buenismo y la comprehensividad la han convertido en un aparcamiento de jóvenes. La profundidad de los contenidos y el rigor académico han ido adelgazando o desapareciendo desde la Logse, hasta que han pasado pasado a convertirse, en el mejor de los casos, en un tenue barnicillo cultural. Y, por supuesto, donde esto se ve de manera más clara es precisamente en las comunidades autónomas gobernadas más tiempo por los socialistas. Andalucía, a la cabeza. Extremadura, inmediatamente detrás. Y Castilla-La Mancha, muy cerca.

Los logros socialistas en educación son todos mentira podrida. El PSOE, los sindicatos de izquierda, las Asociaciones de Padres (ahora Ampas) manejadas por ellos reaccionan con una crispadísima sobreactuación contra cualesquiera medidas encaminadas a limpiar mínimamente el tinglado infecto en que se ha convertido la enseñanza pública. Es imposible cualquier reflexión serena, cualquier pacto, cualquier reparación o cualquier parche en este chiringuito educativo. El terreno de la educación, como dije al principio, es de ellos. Sin discusión. La charca pestilente la han llenado ellos, con demagogia, con sectarismo, con desatino y con estupidez extrema. Y con la ayuda de los nacionalistas, por supuesto. Y con la del PP, partido ya despojado de cualquier enjundia ideológica, que ha abandonado vergonzosamente la batalla de las ideas y que ha entregado la legitimidad a la izquierda. Ah, y la de Ciudadanos, que lleva tiempo ya instalado también en el maricomplejinismo.

Así que cuando me dicen que el PSOE trabaja por la educación, por la igualdad de los españoles, por la cultura y por la ciencia, me entran unas irrefrenables ganas de reír. O de vomitar.

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