Tras el fracaso en el Gobierno, el PSOE tiene que arreglar la frustrada renovación que supuestamente protagonizaba Zapatero y su "Nueva Vía". No se han creado cuadros nuevos, ni líderes locales o regionales capaces de mantener el partido vivo. Tampoco durante la era zapaterista se han modernizado los planteamientos socialistas, sino que únicamente se ha añadido una lista de eslóganes y poses tras los cuales no había una política de gobierno. La democracia española, como otra cualquiera, necesita al menos dos grandes partidos de gobierno. Por un lado, el PP ha demostrado que sabe mantener la moderación y el sentido de Estado, unos principios más o menos reconocibles, una actitud previsible, y tener cierto banquillo para la renovación. Y por otro, el PSOE debe reconstruirse para ser la alternativa necesaria, o la izquierda española tendrá que buscarse otro partido.
Este riesgo parece estar presente en el grupo que ha rodeado a Carme Chacón y que se presentó el otro día en Madrid con un manifiesto (algo mediocre, la verdad) titulado Mucho PSOE por hacer. La plataforma de Chacón está compuesta por los pocos supervivientes de grupos que ya en su constitución eran exiguos: el de Borrell y el Zapatero. Y esto nos da pistas de cómo va a abordar el próximo Congreso, el 38º; sobre todo si detrás de la estrategia de Chacón está José Andrés Torres Mora –uno de los cerebros de la Escuela Jaime Vera captado por Zapatero para el 35º Congreso, el que ganó-. Habrá una apelación a las bases y a la democracia interna, lo que viene a ser la confesión de que quieren cambiar en la medida de lo posible toda la estructura de poder del partido. Esto es lo más sencillo porque en esta ocasión, no como cuando lo intentó Borrell en 1998, el PSOE carece de barones autonómicos, el guerrismo ya no existe y el felipismo no es más que un vago recuerdo después del batacazo de su último representante, Rubalcaba. Zapatero desmanteló la vieja guardia del partido y la sustituyó por gente de poca talla, que ha ido desapareciendo en la última legislatura. Así, con este erial, el aterrizaje de los chaconistas puede ser relativamente sencillo.
Esta alianza zapaterista-borrellista, que se apuntó en el Congreso del año 2000, nos anuncia que el discurso de Chacón será populista (ricos contra pobres, derechona frente a progreso,...), "republicano" (en el sentido clásico de participación del ciudadano en la política y defensa de los derechos civiles), feminista (las mujeres primero y la paridad por encima de la cualificación) e intervencionista (el Estado omnipresente o socialdemócrata). La incógnita será la cuestión nacionalista. Aunque Zapatero prometió en el 35ª Congreso y siendo presidente del Gobierno que aceptaría lo que saliera del Parlamento de Cataluña, no tengo claro que los borrellistas asuman más catalanismo o "hecho diferencial". Por lo que se lee en el manifiesto, el acuerdo se basa en hablar de una unidad nacional fundada en la colaboración económica entre los entes autonómicos; esto es, en el principio de solidaridad, dejando intacto el autogobierno. Es más, como el PSOE carece de poder autonómico, los chaconistas cimentarán su estructura en el poder local, en los alcaldes que aún mantiene el partido, de aquí la relevancia que quieren darle al "municipalismo".
Ante esto, que es muy poco y decepcionante, ¿qué puede presentar Rubalcaba? La verdad es que nada. Parece que pasó el tiempo de los programas basados en una figura, en un líder –y visto el personal, es obligado–, y viene el tiempo de los programas de ideas, de la atracción del votante por la presentación de soluciones realistas. Y puesto en el campo de la realidad, este socialismo nuestro basado en el sentimentalismo, la pólvora ajena y la sobreactuación lo tiene muy difícil.