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Jorge Vilches

El camino hacia una guerra mundial

La crisis económica alimentó el descrédito de la democracia y de su 'casta', así como el ascenso de las alternativas autoritarias y totalitarias (como hoy).

La crisis económica alimentó el descrédito de la democracia y de su 'casta', así como el ascenso de las alternativas autoritarias y totalitarias (como hoy).

La actual escalada de tensión en Ucrania, con la presión de Rusia y la actuación de Occidente, recuerda a los años previos a la Segunda Guerra Mundial. No es igual, evidentemente, pero encontramos varias similitudes entre la Rusia de Putin y la Alemania nazi: la actitud beligerante tras la humillación que supuso la desintegración de la URSS, la recuperación del espíritu del imperialismo ruso, y luego soviético, con toda su simbología. Esto se traduce en el expansionismo a territorios rusófonos para recuperar la Gran Rusia. Es un paralelismo que incluso utiliza Putin al referirse al conflicto con los ucranianos. El parecido es razonable, pero no idéntico.

La guerra que comenzó el 1 de septiembre de 1939 no fue una prolongación de la Gran Guerra, ni el segundo episodio de la guerra civil europea. No hay grandes similitudes ni continuidad entre los dos conflictos, y las diferencias son profundas. Solamente los une la voluntad de desquite de los nazis.

La conflagración resultó de varios factores paralelos. El primero fue la beligerancia de los países revisionistas de los tratados de paz: Alemania, Hungría, Italia y la Unión Soviética hasta que se adhirió a la Sociedad de Naciones, en 1934. El ánimo revisionista de las condiciones económicas y territoriales se debilitó en Alemania hasta que resucitó en 1933, cuando los nazis lo alimentaron como argumento político. A la cuestión de las reparaciones se unió la del desarme. Las conferencias internacionales fueron inútiles, sobre todo desde que la Alemania nazi se retiró en el mismo 1933. Además, el imperialismo soviético, factor también desencadenante de la guerra, se asentó sobre el crecimiento de su capacidad militar.

La crisis económica, por otro lado, alimentó el descrédito de la democracia y de su casta, así como el ascenso de las alternativas autoritarias y totalitarias (como hoy). La gran crisis provocó desde 1929 el repliegue de los países europeos sobre sí mismos. Volvió el proteccionismo y comenzó a hablarse de autarquía. Las relaciones económicas eran otra forma de hacer política internacional. Apareció un nacionalismo económico (el fomento del consumo del producto nacional) auspiciado por los gobiernos que reforzó el nacionalismo político y militar. Esta injerencia estatal preparó el camino para la economía de guerra.

El proyecto nazi se basaba, entre otras cosas, en el Lebensraum (espacio vital) para la supuesta supervivencia del pueblo alemán. Los territorios que debían incorporarse a la Gran Alemania eran aquellos donde se hablaba alemán: Austria y Checoslovaquia, así como regiones de Polonia y Francia. Para ello, Hitler aprobó un presupuesto militar que doblaba los de Gran Bretaña y Francia juntos, reconstituyó la aviación militar y restableció el servicio militar obligatorio.

La Italia de Mussolini rompió con Gran Bretaña por la invasión de Etiopía en 1935. Los británicos enviaron una flota para proteger Egipto, pero se limitaron a protestar en la inútil Sociedad de Naciones. Esto provocó la formación del eje Berlín-Roma. Al otro lado del planeta, el expansionismo japonés se producía en Manchuria, a costa de la victoria sobre Rusia en 1905, y de China desde 1937: se ocupó Mongolia interior, Nanking y Shanghái, así como los principales puertos marítimos. La confluencia de pensamiento y enemigos unió Tokio al eje Berlín-Roma.

En Europa, el nacionalsocialismo se presentó como el defensor de las minorías nacionales, del derecho de autodeterminación de los pueblos y de las soberanías nacionales. La incorporación del Sarre en 1935 por referéndum cimentó esa campaña. Alemania e Italia, así como los grupos fascistas europeos, dieron rienda suelta a un discurso contra la democracia y el capitalismo liberal fusionando la raza o la nación con el carácter proletario y el destino de la civilización.

La expansión alemana comenzó en Austria. Al fracaso del intento de golpe de Estado de julio de 1934 le siguió el asesinato del presidente Dollfuss, que personificaba la independencia austriaca frente a Berlín. En febrero de 1938 Hitler obligó al canciller Schuschnigg, sucesor de Dollfuss, a nombrar a Seyss-Inquart, jefe del partido nazi austriaco, como ministro del Interior. Esto provocó una crisis política en Austria que fue solventada por Seyss-Inquart llamando a las tropas alemanas para que restablecieran el orden. El sábado 12 de marzo de 1938 Alemania se anexionó Austria. Era el Anchluss prohibido en el Tratado de Versalles. Luego se produjo la anexión de los Sudetes, parte occidental de Checoslovaquia, tras la Conferencia de Múnich, en la que el británico Chamberlain y el francés Daladier aceptaron las anexiones a cambio de una falsa paz. El único que lo vio claro entonces fue Churchill. Fue un fracaso, porque en marzo de 1939 los alemanes ocuparon Praga y establecieron el protectorado en Bohemia y Moravia.

La incapacidad de los países democráticos para intervenir quedó clara en el caso de la guerra civil española, en la que Alemania, Italia y la URSS mostraron sus intenciones.

Hitler estaba tranquilo, no solo por la inoperancia de los gobiernos británico y francés sino porque el 23 de agosto de 1938 había llegado a un acuerdo con Stalin de no agresión que comportaba el reparto de Polonia y de otras zonas de influencia en la Europa oriental. Fue el acuerdo secreto Ribbentrop-Molotov. Esto silenció al Partido Comunista Francés, al tiempo que la ultraderecha de Petain simpatizaba con Mussolini.

El país ambicionado era Polonia. Alemania quería el corredor que aislaba Prusia Oriental del resto del país, y la ciudad libre de Dantzig. Polonia contaba con el apoyo de Francia y Gran Bretaña, cuyas incertidumbres, tras el fracaso de Checoslovaquia, habían desaparecido. Fue entonces cuando británicos y franceses conocieron el pacto germano-soviético para el reparto de Polonia y otros territorios.

La paz era imposible. El 3 de septiembre, dos días después de que los alemanes entraran en Polonia, los gobiernos francés y británico declararon la guerra a Alemania. Había empezado la Segunda Guerra Mundial.

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