
Pedro Sánchez no es un radical ni un socialdémocata, ni siquiera un centrista. Se trata de un candidato desesperado porque la mayoría de su partido, aquel que lo eligió no hace mucho, aguarda su desastre en las generales para saldar cuentas y echarle. Por eso Sánchez es capaz de pactar con cualquiera, se contradice en sus declaraciones sobre Podemos y el populismo, es ambiguo con Ciudadanos y se atreve ahora a despedir a Carmona.
En su haber quedará ya el hundimiento del PSM, primero quitando a Tomás Gómez, luego colocando de gestor al gris Simancas y finalmente apuntillando a Carmona, la penúltima voz discrepante en Madrid. Ha conseguido dividir el partido en su peor momento electoral, fracturar a su grupo municipal y descabezar a lo mejor del PSM cuando precisamente deben dar la batalla.
Y eso que Carmona, tras sufrir el "fuego amigo desde Ferraz en la campaña electoral", como denuncian fuentes cercanas al ahora destituido, había sido un "chico obediente": rechazó las cuatro tentadoras propuestas que le hizo Aguire para formar un equipo que dejara fuera a los podemitas y tuvo que despreciar la posibilidad real de entrar en el Gobierno de Carmena. Era ésta la única posibilidad, creía Carmona, de controlar a los inexpertos y radicales concejales de Ahora Madrid, y dar la sensación de recuperación, algo que necesita el socialismo madrileño como el aire para respirar.
Pedro Sánchez ordenó y Carmona obedeció. El salvador del PSOE, que así se presentó en el congreso del partido, no quiso que Carmona entrara en el Ejecutivo podemita "para que no se convirtiera en el hombre fuerte de Madrid", reconstruyera el PSM con la gente de Tomás Gómez y se sumara con más fuerza a los que quieren su cabeza.
Ahora, el margen de maniobra de Carmona, salvo para protestar en los medios, es muy pequeño; especialmente si planea sobre su cabeza la amenaza del expediente y la expulsión. Carmona duda en si echarse al monte contra Pedro, contando con el apoyo de Susana Díaz y la vieja guardia, o aceptar el llamamiento de Aguirre. Porque "le ha dolido que quien tiene cinco puntos menos en las encuestas que los que sacó Rubalcaba en 2011" le espete que debe estar fuera por los malos resultados electorales.
Carmona podría hacer la guerra a un débil e indeciso Pedro Sánchez, y sumar a PP y Ciudadanos en un Gobierno, pero quedaría con un grupo municipal dividido –cinco a cuatro–, lo que fulminaría definitivamente al PSM. Mucho cabreo y poco espacio, al tiempo que Rita Maeste y los podemitas respiran aliviados. Y mientras, Ramsés de vacaciones.