Cuando escribo estas líneas aún no sabemos quién será el presidente de los Estados Unidos durante los próximos cuatro años. Lo que sí sabemos es que la ola azul demócrata que iba a barrer el país ni ha llegado ni se divisa en el horizonte. Las encuestas han vuelto a fallar estrepitosamente, y donde nos anunciaban cómodas ventajas para Biden nos hemos encontrado con victorias de Trump o resultados muy ajustados.
Cosas raras, muy raras
Asistimos ahora a lo que ya habíamos advertido que podía suceder: una situación muy igualada en la que suceden cosas raras, muy raras. Se detienen recuentos sin que nos digan el motivo (o, en el mejor de los casos, se nos expliquen unas historias de credibilidad limitada, como las recurrentes faltas de tinta para las impresoras o la cañería que se ha roto), aparecen bolsas con votos no registrados a las 4 de la madrugada o, como ha sucedido en Michigan, se contabilizan de golpe 138.339 votos y ni uno de ellos ha ido para Trump. De acuerdo, es plausible que en el voto por correo haya más proporción de voto demócrata, ¿pero ni un solo voto para Trump? Raro, muy raro.
Aunque en realidad no tanto para quien conoce algo del funcionamiento del sistema de recuento estadounidense, donde las fisuras son abundantes. Etiquétenme como conspiracionista si así lo desean, pero hagan caso a lo que hoy mismo ha tuiteado alguien tan poco sospechoso como Ignasi Guardans: “Yo he sido observador electoral varias veces. Tuve que estudiar estándares y protocolos de la OSCE. Las elecciones americanas no pasan el mínimo filtro que se exige a las frágiles democracias post coloniales”. El recurso ante el Supremo parece inevitable, aunque por la dimensión de la que estamos hablando habrá quien prefiera cerrar los ojos antes que dinamitar el sistema.
La batalla, pues, parece que va a durar unos cuantos días más. Mientras tanto, y a la espera de disponer de datos más detallados que nos permitan afinar el análisis, podemos avanzar algunas impresiones:
– Fiasco de los demócratas en el Senado: era el otro gran objetivo demócrata en estas elecciones, capturar esa cámara para poder avanzar en sus planes de reconfiguración del sistema político estadounidense, empezando por el aumento del número de jueces en el Supremo. No parece que lo hayan conseguido. El senador republicano por Carolina del Sur Lindsey Graham, que ha derrotado claramente a su contrincante demócrata (que ha invertido en esta campaña cifras récord de dinero) tuiteaba: “A todos los encuestadores de ahí fuera: no tenéis ni idea. Y un mensaje a todos los izquierdistas de California y Nueva York: habéis desperdiciado mucho dinero".
Por cierto, en el Congreso las cosas tampoco han ido mal para los republicanos. Aquí no estaba en juego el control, pero el avance previsto de los demócratas parece que puede quedarse en nada o que incluso las distancias se acorten (una vez más, justo lo contrario de lo que aventuraban todas las encuestas).
– Gobernadores republicanos: los ocho que se presentaban a la reelección lo han conseguido, y además el GOP ha arrebatado Montana a los demócratas.
– Éxito de Trump entre los hispanos. Es uno de los mantras de la política estadounidense: el Partido Republicano es un partido de blancos que no consigue buenos resultados entre las minorías y eso significa que, a largo plazo, está condenado a la derrota, pues son las minorías quienes crecen más. Aunque hispanos, o latinos, es una etiqueta que engloba a grupos heterogéneos, parece que Trump ha conseguido resultados francamente buenos (con alguna excepción importante, como Arizona). En cualquier caso, el apoyo de los hispanos ha sido decisivo en Florida o en Texas (en Starr County, donde en 2016 Trump consiguió el 17% de los votos, este año ha alcanzado el 47%). Parece que los resultados de Trump entre la población negra también han sido mejores que en 2016. Habrá que estar atentos para ver si esta tendencia se consolida en el futuro.
– Descrédito de las encuestas. Su fiabilidad se ha demostrado al nivel de la de los augures de la antigua Roma. Peor, pues en los signos usados en tiempos de Julio César había un cierto azar, mientras que en las encuestas la sospecha de que se usan como arma de propaganda política es bastante sólida. ¿Son tan malos que no corrigen el sesgo de preguntar en mayor proporción a sus amigos? ¿Son tan sinvergüenzas que lo saben y no hacen nada al respecto? Quizás exista otro factor: la aplastante hegemonía cultural de la izquierda, que provoca que sean muchos quienes no se atreven a confesar el sentido de su voto políticamente incorrecto.
– La figura de Trump. Con independencia de que gane o pierda, su lucha, casi en solitario, contra todo el establishment, los grandes medios, el mundo del cine y la música, las grandes empresas tecnológicas y cantidades ingentes de recursos financieros, le rodea de un halo heroico. El tipo tendrá sus defectos, pero es valiente y no se arredra ante enemigos poderosísimos. Me atrevo a predecir que, tras estas elecciones, quedará como un símbolo de unos Estados Unidos populares y patriotas.