Menú
Jonathan S. Tobin

La Palestina de Abás, el verdadero Estado segregacionista

Los líderes palestinos quieren que su Estado sea una entidad 'judenrein' (“libre de judíos”).

Los líderes palestinos quieren que su Estado sea una entidad 'judenrein' (“libre de judíos”).

En las últimas semanas, quienes critican a Israel han estado dando la voz de alarma acerca del hecho de que ciudadanos judíos se hayan mudado a algunas viviendas de barrios de Jerusalén Este. El hecho de que dichas viviendas se hubieran adquirido legalmente y de que los nuevos vecinos simplemente pretendieran residir en la que, por ahora, es la capital indivisa del país se estimó irrelevante, ya que la presencia de judíos en zonas de mayoría árabe se considera un obstáculo para una posible partición de la ciudad en el caso de que se firmara un acuerdo de paz con los palestinos. Pero incluso aunque concediéramos que semejantes acciones enfurecen a los árabes, seguro que nadie, ni siquiera el más firme opositor de Israel, se sentiría cómodo con unas leyes que prohibieran la presencia de judíos en partes de Jerusalén o en cualquier otro lugar, ¿no? Pues no, se equivocan.

El líder de la Autoridad Palestina, Mahmud Abás, reaccionó ante el hecho de que haya judíos que les han comprado viviendas a palestinos en zonas de Jerusalén comprometiéndose a endurecer las leyes existentes, promulgadas por la AP, que prohíben tales ventas. Sí, así es: en Palestina (en los existentes Estados de la AP y de Hamás o en el futuro Estado palestino independiente que los europeos están tan ansiosos por reconocer, incluso sin que tenga que hacer las paces con Israel) va en contra de la ley vender tierras o viviendas a un judío.

El tema de si los judíos tendrían que mudarse a barrios o localidades de mayoría árabe es cuestión de opinión. Ignoremos de momento el hecho de que los palestinos hayan rechazado reiteradamente cualquier acuerdo de paz que les concediera un Estado independiente y una parte de Jerusalén, ya que ello les exigiría reconocer la legitimidad de un Estado judío, independientemente de dónde se situaran sus fronteras. Se puede argumentar que ambas comunidades están mejor viviendo separadas. Pero la separación voluntaria es una cosa; las restricciones legales al derecho de los judíos a residir en determinadas zonas son algo muy diferente.

Al fin y al cabo, en el Estado de Israel, al que se acusa rutinaria y falsamente de ser un "Estado segregacionista", los árabes pueden vivir donde quieran. Cuando en algunas zonas se ha tratado de restringir las ventas de propiedades a los árabes, los tribunales israelíes han dictaminado que ello no es consistente con los principios enunciados en las leyes fundamentales del país. Si bien Israel no es una sociedad perfecta y la minoría árabe afronta retos que, a menudo, se encuentran arraigados en la secular guerra por la tierra, se defiende y respeta el principio de igualdad ante la ley para todos los ciudadanos.

Pero en Palestina no sólo no hay tribunales ni Gobierno que eviten que individuos o grupos discriminen, sino que es el propio Ejecutivo el que promulga y aplica tales desigualdades.

Como informa el Times of Israel:

Según Wafa, la agencia oficial de noticias palestina, el lunes [20 de octubre] Abás estableció una condena perpetua de trabajos forzados para "cualquiera que intercambie, alquile o venda terrenos a un Estado enemigo o a uno de sus ciudadanos".

El artículo 114, apartado 16, del Código Penal jordano, aplicable en los territorios palestinos, establecía anteriormente "trabajos forzados temporales" para quienes cometieran ese delito.

En la práctica, esto significa que los judíos no podrán comprar, alquilar o vender tierras. En otras palabras, que si el Estado de Palestina que se sienta en las Naciones Unidas llegara alguna vez a convertirse en un verdadero Estado soberano, sería él el Estado segregacionista, no el democrático Israel.

El objetivo de semejantes leyes es frustrar el proyecto sionista, en virtud del cual los judíos han regresado a su patria ancestral comprando terrenos legalmente. Pero el factor motivador que hay aquí es el odio a los judíos. Si alguna vez Palestina se convierte en una realidad, los barrios en los que los judíos han comprado casas formarán parte de ella. Llegados a ese punto, esos pocos judíos no supondrían una amenaza para la mayoría árabe. Pero la visión de Estado para los palestinos sigue siendo una en la que Israel sería un país en el que vivirían judíos y árabes, mientras que Palestina sería una entidad judenrein ("libre de judíos").

La cuestión aquí es que la paz es posible si ambas partes están dispuestas al compromiso y a reconocer la legitimidad del otro. Pero la supuestamente moderada Autoridad Palestina de Abás,  constantemente loada por el presidente Obama y por el secretario de Estado John Kerry como un verdadero "socio para la paz" para Israel, no sólo no está interesada en el compromiso; además está promulgando y tratando de aplicar leyes basadas en la incitación antisemita. Si Israel prohibiera a los árabes que se mudaran a viviendas que poseyeran en Jerusalén Este, ello provocaría un escándalo internacional y críticas por parte de Estados Unidos. En cambio, Norteamérica critica a los judíos que se mudan a barrios árabes y se queda callada cuando Abás pretende tratar como criminales a quienes venden terrenos a los judíos.

La compra de viviendas por judíos en Jerusalén no es un obstáculo para la paz, como afirman quienes critican a Israel; es el intento árabe de criminalizar las ventas a los judíos lo que ilustra mejor por qué la paz aún no es posible.

Temas

En Internacional

    0
    comentarios

    Servicios

    • Radarbot
    • Libro
    • Curso
    • Escultura