La casualidad quiso que durante el fin de semana electoral en el que los separatistas gallegos y vascos, sobre todo estos últimos, volvieron a cosechar excelentes resultados en sus respectivas regiones se cruzasen en mi sillón las palabras de Fernando García de Cortázar y Arturo Pérez-Reverte.
Pero el origen de la cuestión no fueron los resultados de las elecciones del domingo 12, sino un artículo aparecido en El País aquel mismo día, también por casualidad el vigésimo tercer aniversario del asesinato de Miguel Ángel Blanco. Se trataba de una breve descripción de la joven generación de vascos recién llegados a las urnas e ignorantes de quién fue aquel concejal del PP asesinado por ETA aquel trágico verano de 1997.
Braulio Gómez, codirector del Deustobarómetro, señala el hecho clave de que esta generación "ha construido su madurez política en un mundo sin ETA, en un espacio de paz y convivencia", sorprendentes palabras en quien debería tener claro que ETA sigue muy viva. En primer lugar, por la nutrida presencia de sus portavoces en las instituciones, gobernando el País Vasco y condicionando el gobierno de toda España. Y, en segundo, porque dicho espacio de falsa paz y falsa convivencia es el creado por la ingeniería social del PNV apoyado por las pistolas etarras. Aunque esas pistolas ya no disparen, no se pueden tener sus efectos por inexistentes. Señala Gómez, además, que el debate nacionalista ha quedado eclipsado por el ecologismo y el feminismo, principales estrategias tanto de los separatistas como de sus compañeros de viaje podemitas.
El redactor del artículo entrevistó a cuatro jóvenes, recién llegados a la mayoría de edad, que declararon votar a Bildu por su carácter "fresco y atractivo" y que consideraron que hay que "pasar la página del terrorismo" por ser cosa del pasado. Cierto, los crímenes etarras son cosa del pasado. Muy reciente, pero pasado al fin y al cabo. Sin embargo, su principal efecto político, la hegemonía nacionalista, es cosa del presente. Y, lamentablemente, también del futuro. Por otro lado, aparte de su desorientación, casi normal en personas de su edad, llama la atención lo fácil que, ajenos a unos crímenes que no les tocaron de cerca, les resulta proclamar que hay que olvidar lo que ellos consideran pasado: que les pregunten a las víctimas, a sus viudos y a sus huérfanos, lo pasados que están los asesinatos de sus seres queridos.
Este triste artículo de El País demostró la exactitud de lo explicado en el libro de Fernando García de Cortázar cuya lectura había concluido algunos días antes. Se trata de España, entre la rabia y la idea, recopilación de los extraordinarios artículos que a lo largo de un par de años se publicaron en la tercera de ABC con el hilo conductor de un repaso a los personajes clave de España desde 1898, comienzo de la etapa de autonegación que todavía no hemos cerrado. Libro inusualmente sabio y ameno que, lamentablemente, no leerá ninguno de nuestros políticos, mayoritariamente analfabetos y sólo atentos a las palabras emanadas de otros cargos electos. Los que no han sido ungidos por las urnas no merecen ser tenidos en cuenta.
Cortázar denuncia que "la liquidación de la cultura y el saber humanístico ha tenido consecuencias graves en el despilfarro de una preciosa herencia nacional". Estas amargas palabras dedica a los responsables de la devastación educativa:
Que no les extrañe a quienes, con su terca indiferencia cultural, han contribuido a la crisis de las humanidades y al desprestigio de la historia que por ese vacío caiga nuestra convivencia y nuestra fe en la sustancia común de los españoles.
Porque lo que no comprenden nuestros mediocres políticos –si no fueran mediocres no se dedicarían a la política– es que España no es sólo un espacio constitucional de garantía de derechos, sino una herencia de siglos. "España dejó de ser sentida como nación para sólo ser considerada como Estado", lamenta Cortázar. ¡El bendito patriotismo constitucional abanderado por los habermasianos del PP, ciegos a la evidencia de que quizá el Estado no esté todavía roto del todo, pero la nación lo está desde hace décadas! "Ahora no toca", repetía la jurista Soraya como único argumento frente a la incesante embestida separatista.
El vacío provocado por un sistema educativo sembrador de ignorancia lo han llenado los partidos con sus ideologías, inoculadas en las aulas totalitarias con paciencia arácnida. Porque, como denuncia insistentemente Cortázar, el secesionismo ha podido
afirmarse sobre la negación de la realidad histórica y presente de España (…) El nacionalismo ha hecho fervorosamente sus deberes ante la indolencia y el despiste de los distintos gobiernos nacionales.
Para concluir, ese mismo domingo 12 de julio de 2020, vigésimo tercer aniversario del asesinato de Miguel Ángel Blanco, jornada electoral en País Vasco y Galicia y fecha de publicación del mencionado artículo de El País, Arturo Pérez-Reverte publicó en Xl Semanal un artículo, titulado "Más latín y menos imbéciles", en el que lamentó el desastre provocado por un sistema educativo que, arrasando las humanidades, ha cortado el vínculo entre generaciones:
La superstición numérica en que vivimos, que incluye separar las ciencias de las humanidades y enfrentarlas entre sí, es la carcoma que roe las bases culturales de nuestra civilización. Un alumno español puede pasar su vida académica sin saber quiénes son Homero y Virgilio –y tampoco, que ésa es otra, Noé, Judith, Moisés o Jesús–, y lo que es aún más triste, sin que le importe un carajo.
Y también, tendremos que añadir, dado el tema de estas líneas, sin saber quiénes fueron Sabino Arana y sus continuadores en los terrenos interconectados de la política y el crimen. A nuestros jóvenes desarraigados, no por ello menos titulares de la soberanía nacional, ese conocimiento les sobra, les es indiferente, les resulta completamente inútil y superfluo. Lo que cuenta es que el proyecto político de los terroristas de Bildu es "fresco y atractivo".