Nueva ocurrencia gloriosa de la izquierda majareta:
anudarse las pelotas para salvar el planeta.
Huelga de partos lo llaman las ingenieras sociales
para que hereden el mundo insectos y vegetales.
Si eres progre habrás de hacerte veloz la vasectomía
para librar al futuro de bebés en demasía.
¡No más niños que interrumpan nuestra insuperable dicha
de adoptar una mofeta, un ñu y un perro salchicha!
¡No más niños si buscamos la igualdad de las mujeres,
no más cacas, ni pañales, ni problemas, ni quehaceres!
¡No más niños si queremos que el mundo siga habitable,
y de paso nos compramos un coche descapotable!
Lo ordena la Pachamama, que es deidad indigenista:
sobre todo si eres blanco, ve apuntándote en la lista.
Porque las razas no existen, son un mito cultural,
pero la blanca es perversa, culpable de todo mal.
Lo mismo que el cristianismo, fuente de horror y opresiones,
mientras que paz y sapiencia son de las demás sus dones.
En los otros continentes, por contra, ¡a calzón quitado!,
y a los sobrantes Europa les da todo regalado.
Y para ir haciendo hueco a los de África y Asia,
os ponemos en bandeja una bonita eutanasia.
Y también cambio de sexo, y mil y una operaciones
para colocaros tetas y cortaros los cojones.
O en el caso de las hembras, un bien nutrido bigote,
recios bíceps, nuez, calvicie y un colgajo por cipote.
Luego está el transhumanismo, ese escalón venidero,
para implantaros escamas y unos cuernos por sombrero.
Algunos llegan incluso a plantear la extinción
voluntaria de los hombres, del mundo la maldición.
Lo que late en el deseo de una Humanidad inerte
es el deleite que sienten los progres ante la muerte.
Pero lo que a esto les mueve no es sólo el postizquierdismo
ya que el segundo ingrediente es el vegetarianismo.
Comer un huevo es delito pues interrumpe un proceso
pero el aborto de humanos es síntoma de progreso.
Toda la industria lechera es explotación sexual.
¡Nada de tocar las tetas sin acuerdo notarial!
Porque la leche es tortura, proclaman las feministas,
al igual que las corridas (de toros), que son machistas.
Fuera la carne y los huevos de gallina o de esturión;
sólo acelgas y lechugas para nuestra nutrición.
Si comemos animales el planeta no resiste;
son mucho más sostenibles tofu, tréboles y alpiste.
Tener granjas y rebaños es opresor y esclavista,
y comer pollo y chuletas es, obviamente, fascista.
De las vacas rechacemos su carne, leche y abono,
pues sus incívicos pedos dañan la capa de ozono.
Comer cordero equivale a cometer genocidio.
Antes que eso es preferible ir cantando hacia el suicidio.
El jamón es delictivo, y la morcilla, pecado.
Lo bueno es lo artificioso, sintético, reciclado.
Proteínas permitidas sólo serán las reptantes:
gusarapos, cucarachas y otros bichos abundantes.
La alimentación moderna establece nuevas pautas:
concentrados, comprimidos y otras cosas de astronautas.
Y también las vitaminas, inyecciones y sulfatos,
esteroides, glutaminas y bolitas para gatos.
Y si insistes con el lomo, las mollejas o el paté,
sólo valdrá lo parido por impresoras tresdé.
Mas ¿cuál es la conexión entre estas dos calenturas?
¿Cuál el origen común de tan modernas locuras?
Termino, pues, esta trova dándoles mi explicación.
Extiendan bien sus orejas para aprender la lección.
Porque el problema de fondo, descrito en una palabra,
es que están más desquiciados que una putísima cabra.
Y la peor consecuencia de no comer grasa y chicha
es tener desactivados el buen humor y la picha.