Con la subvención, el empujoncito empresarial y el robo horizontal consanguíneo como única doctrina, nació un Régimen que celebró su puesta de largo en la Expo de 1992. Lo llamaban "corruPSOE" y presumía de honradez centenaria. Ese Régimen ya ha cumplido la cuarentena y se enfrenta a unas nuevas elecciones.
Su presidenta, que de joven y morena hacía "botellona" en la calle siendo Delegada de Juventud en el Ayuntamiento de Sevilla, tiene a su peor enemigo escondido en La Moncloa. Por mucho que se quedara bajo el techo de Santa Justa viendo cómo Pedro Sánchez volvía a Ferraz, su verdadero objetivo político sigue siendo Madrid. Siempre se podrá decir que desde el gobierno de la nación se llevará a Andalucía donde merece estar y que La Moncloa puede reconstruir la bodeguilla y que el Consejo de Ministros se hará hoy en Sevilla y mañana en Málaga. Pero, de momento, sólo ha podido convocar elecciones autonómicas y está por ver si la incomparable corrupción del régimen socialista le pasa factura, por chistoso que resulte.
En Andalucía, los medios de comunicación son una garantía electoral. Allí el espectro radioeléctrico es, sobre todo, espectro en su acepción fantasmal. En un informe sobre el panorama radiofónico andaluz publicado en LD en 2012, aparecían unas 500 emisoras públicas –de las que 106 son de Canal Sur y 308 de redes municipales… socialistas–– frente a 216 privadas, de las cuales más de la mitad pertenece al Grupo Prisa. Hoy estas cifras habrán variado algo pero el paisaje institucional de las ondas es el mismo.
En definitiva, Radio Silencio –la tele no digamos– no dará cuenta jamás del escándalo socialista andaluz que, en millones de euros, deja pequeño cualquier episodio de corrupción conocido.
Gráfico elaborado en 2012
En Andalucía no hay un sentimiento antiespañol, no hay un adoctrinamiento contra la soberanía nacional ni persecución por razón de idioma. Lo que hay, como demostró Pedro de Tena en el desierto, son familias enteras, y muchas, viviendo del pesebre socialista institucionalizado, del PSBRE, un partido hegemónico y dinástico que ya ha superado a Franco en permanencia aunque se presente a elecciones. Y claro, lo que a unos les abre la puerta a otros se la cierra en las narices, lo que significa que existe privilegio, casta, desigualdad y una losa de silencio imposible de levantar. Corrupción y caciquismo con cuarenta años de historia.
Y en todos los años de esa historia, Andalucía es la comunidad que sale peor en la foto del paro. Siempre que se publica una lista de las ciudades con más paro de España queda acaparada por municipios andaluces en su práctica totalidad: 13 de 15 en el año 2017.
En este punto, el esquema resulta especialmente perverso: una comunidad azotada por el paro, con la subvención por bandera y repleta de parientes colocados en todo tipo de instituciones públicas tiene uno de sus nidos de corrupción en los cursos de formación de parados y los expedientes de regulación de empleo fraudulentos. Como hitos lúdicos aparecen de vez en cuando mariscadas y prostíbulos que no son sino diminutas anécdotas de una trama criminal histórica imposible de tejer si no es desde un Régimen. Las tarjetas black de Caja Madrid, por ejemplo, aún abren portadas y telediarios pese a que muchos de los acusados devolvieron las cantidades gastadas. Las black del puticlub Don Angelo’s, donde se gastaba en lo que se gastaba el dinero de la Faffe (Fundación Andaluza Fondo de Formación y Empleo) no causan alarma ni siquiera en el "gobierno feminista" de Pedro Sánchez o en sus puritanas terminales mediáticas. Ya lo dijo Dolores Delgado: "éxito garantizado".
Pero lo perverso también es simple. El socialismo aporta el problema y promete la solución, generando una espiral de dependencia aliviada por subvenciones. Y entre el problema y su solución vive y crece la corrupción orgánica: contra el paro, cursos que no se imparten, subvenciones fantasma y celebración en burdel. El dinero público que "no es de nadie" sale blanco y vuelve negro. El padre ayuda a la hija, los sobrinos adoran al tío, los hermanos son una piña y en la radio ponen música. Pero Chaves y Griñán no sabían nada. Zarrías y Maleni, tampoco. Susana Díaz, menos. Los sindicatos históricos silban mirando al cielo. Todo ha sido espontáneo y nadie se atreve a señalar sin ser señalado. Cuesta muchos años levantar un sistema así. Está todo contado por Pedro de Tena en estas páginas y en un libro a cuatro manos con Antonio Barreda –La tela de araña andaluza. Hilos de un Régimen– que no quiso leer el PP y que hoy merecería reedición revisada y urgente antes de las elecciones del 2 de diciembre.
La evolución del voto socialista en Andalucía dice mucho de unos y de otros, del Régimen y de la oposición. El castigo más severo llegó precisamente dos años después de la Expo. El voto socialista emuló a la carabela de Yáñez, hundiéndose del 49,6% al 38,7%. El PP experimentó el proceso inverso acercándose peligrosamente al partido del Régimen. Era lógico porque los escándalos del socialismo español en el año 94 aún resuenan hoy. Pero fue un retroceso para coger carrerilla y seguir sin miedo hasta la llegada –11M mediante– de Zapatero en 2004. Fue en ese año cuando el PSOE andaluz conquistó el 50,36% de los votos, segunda mejor marca sólo superada por el 52,54% del mítico 1982.
El éxito zapateril aguantó hasta los comicios de 2012. Ese año, el PSOE andaluz probó por primera vez la derrota en las urnas. Ganó el PP por muy poco, que es mucho, pero no lo bastante para gobernar. Izquierda Unida, que cuenta con muchas víctimas a manos del régimen, acudió al rescate socialista y las trituradoras de papel trabajaron hasta fundirse. La evolución hacía previsible que los comicios del 2015 fueran los del cambio de gobierno y, supuestamente, de régimen. Pero el batacazo fue entonces para el PP de Juan Manuel Moreno Bonilla, candidato sorpresa de Soraya –y orbital de Moragas– que dejó a Cospedal con la palabra en la boca y, a partir de entonces, con unas tijeras bajo la enagua como Manuela Malasaña. Génova y Sevilla vendieron la piel del oso antes de comprarse la escopeta y se pasó de 50 escaños a 33.
Susana Díaz, ya al mando del PSBRE, salvó el gobierno gracias a Ciudadanos y a que a Juan Marín se le empañó la lupa con la que el partido andaba mirando la corrupción pese a que las dimensiones del escándalo en Andalucía no requerían de aumentos.
Un cambio de dueño de las llaves burocráticas de Andalucía –si fuera real– podría vaciar edificios oficiales enteros. Si los cajones no quedaran atascados por legajos de facturas falsas, las trituradoras de papel-delito no darían abasto y el humo de las hogueras, necesarias para calcinar los archivos del Régimen, cegaría el sol, por andaluz que parezca.
Todos los partidos saben que estas elecciones son, a primera vista, las más disputadas de la historia y un ensayo muy serio de las generales. Ciudadanos ha soltado la mano de Susana y todavía debería estar preguntándose por qué se la ofreció sin recurrir al manido argumento de que también se la brindó a Cifuentes. Nunca hubo atisbo de regeneración en Andalucía pero el partido de Albert Rivera quiso poner a prueba su centrismo bailando la yenka en Sevilla y en Madrid. El Partido Popular de Pablo Casado sigue siendo en Andalucía el de Soraya aunque Moreno Bonilla diera por primera vez una imagen de impacto frente al burdel donde se resolvía el paro andaluz. Y VOX se ha lanzado a un doble o nada obligado por su éxito de Vistalegre. Podemos es "Adelante Andalucía" y puede enemistarse tanto con Susana Díaz como con Pablo Iglesias pero si se trata de cerrar el paso a "las derechas" todo es posible, hasta el vis a vis.
Si la insostenible corrupción del socialismo andaluz no hace saltar esta vez por los aires el régimen será porque los medios de comunicación callen más que nunca, porque la Justicia acabe del todo secuestrada por algunos jueces, porque la derecha se pierda en competiciones internas y porque el pesebre siga dando cobijo sin cota. La única esperanza es que el sentido común viaje tan rápido como lo hace la política en estos tiempos.