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Javier Somalo

Sánchez os hará libres

Toda mujer ha de ser feminista y, por ende, de izquierdas. Y si no, presten atención, una año más, a la manifestación del próximo 8 de marzo en la que estará reservado el derecho de admisión.

Cunde la manía entre los políticos de considerarse capacitados para crear felicidad. Piensan que si han llegado a tan alto servicio público –no digamos ya cuando alcanzan el poder– es porque saben, antes que el propio ciudadano, cuáles son sus necesidades. Esta prepotencia les afecta a todos pero, en el caso de la izquierda, alcanza su máxima expresión convirtiendo al líder en un semidiós que concede la felicidad al pobre administrado, ser inferior que necesita de un pastor. Por eso el marxismo ha llenado tanta apostasía. Sólo hay que dejarse llevar.

Así ha sucedido en todas partes y en toda época. Pero en la historia reciente de la democracia española, el Gobierno que instauró la dictadura moral fue el de José Luis Rodríguez Zapatero. En varias oportunidades he sostenido aquí que Zapatero es el origen de todos nuestros males actuales pero sigo sin comprender por qué nadie, pero nadie, ha querido enmendarlo en su totalidad. Él lo empezó todo y el resto ha asumido la herencia como si no existiera un impuesto de sucesiones. Y una de las partidas más jugosas del legado es, sin duda, el feminismo.

Hoy el feminismo de Pedro Sánchez representa por decreto a todas las mujeres del planeta, relegando al rincón del machismo colaboracionista punible a todas aquellas insensatas que no se vean representadas en el canon. Si Sánchez habla de feminismo es inapelable, que para algo posaron las ministras de Zapatero en el Vogue con tacones, pieles varias, quintales de maquillaje y escorzos que habrían llevado al suicidio a Praxíteles. Toda mujer ha de ser feminista y, por ende, de izquierdas. Y si no, presten atención, una año más, a la manifestación del próximo 8 de marzo en la que estará reservado el derecho de admisión. Pero claro, si muchas mujeres del PP, sin listas cremalleras ni braguetas asociadas, fueron pioneras en desempeñar altos cargos en la administración –comunidades autónomas, ministerios y Congreso de los Diputados– será porque algo malo habrían hecho.

Albert Rivera hizo en el Congreso de los Diputados un sencillo retrato del paso del tiempo por las filas socialistas lamentando que allí donde estaba Alfonso Guerra ahora aparezca Adriana Lastra. Sánchez, pastor de la ciudadanía española, saltó como un resorte en la réplica: "Señor Rivera: su comentario ha sido tremendamente machista". Y se quedó tan fresco. El caso es que Lastra había llamado a Rivera saltimbanqui, chaquetero y poco menos que falangista por haberse manifestado en Colón "junto a VOX, a la Falange y a Hogar Social". No es la primera vez que Lastra hace tales alusiones. Su reducida capacidad para la oratoria, fruto quizá de su escasísima formación académica –que en el siglo XXI tiene mucho delito– ya la ha llevado otras veces a comparar a Albert Rivera con José Antonio por aquello de la supuesta gracia que encierra la simple concordancia del apellido. Y aquí lo dejo, porque ya se habrán dado cuenta de que si critico a Sánchez será porque sólo soy facha y eso entra dentro de lo normal, pero si critico a Lastra será porque, sobre todo y además, soy "tremendamente machista". Por cierto, no ha trascendido si Lastra se quejó al macho alfa de que ella sabe defenderse solita. Será que no, o que eso cree su machista defensor.

Una noticia de El País sobre el Mobile World Congress firmada por un tal Josep Catá pone el grito en el cielo por el hecho de que haya empresas que fichan azafatas con el requisito de que sean "guapas". Por lo visto, unas agencias piden una determinada altura, otras una determinada talla o simplemente "buena presencia" y resulta que el escándalo ha llevado a la Inspección de Trabajo a abrir una investigación. Sí, en Cataluña se ha abierto una investigación por si hubiera "discriminación sexista" al contratar azafatas para el Mobile World Congress. Discuten si se está primando a las guapas sobre las que no lo son, asunto en el que no veo discriminación sexista alguna porque, en todo caso, asumen que se ficha a azafatas mujeres y se quedan tan panchos. Como suele ocurrir en estos casos, las elegidas aceptan o no ese trabajo temporal sin recibir amenazas o extorsión. Y la que no quiere, desde luego, ni se presenta. Supongo que algo similar les ocurre a los hombres que quieren hacer anuncios de perfume o posar para agencias publicitarias que demandan formas apolíneas. El firmante de la información de El País se pierde al final de su artículo por caminos escabrosos que acaban en la Bacanal World Congress denunciando que tanta azafata guapa y tanto emprendedor tecnológico suele acabar en ofertas indecentes cuando el sol se pone. Quizá el tal Catá haya llegado tarde a algún fin de fiesta de los Oscars de Hollywood, tan #MeToo como los Goya cuando las cámaras y los focos se apagan. Pero lo llamativo es el celo por la "discriminación sexista" en esa Cataluña donde el racismo se alumbra con antorchas y se marca con pintura amarilla sobre las puertas de los infieles, sean hombres o mujeres.

Más hipocresías. Aena, sociedad mercantil estatal que gestiona los aeropuertos de España, ha puesto su granito de arena por la igualdad: ya no avisará por megafonía a los "señores pasajeros" de tal vuelo por si alguna mujer se queda discriminada en tierra al no darse por aludida. No, tampoco esto es broma: es el "lenguaje inclusivo" que redundará sin lugar a dudas en una mejora para todas las mujeres. Pero si un niño, un paciente o una víctima de cualquier violencia –sea hombre o mujer– no entienden a su profesor, a su médico o a su policía, no habrá inspección que se haga necesaria ni exclusión que denunciar. Así están las cosas en el Estado Igualitario Socialista y sus terminales ideológicas.

La paternidad y los sueldos son cosa del Estado

En los minutos basura de este gobierno tan similar a sus minutos se siguen aprobando decretazos que llevan dotación económica y que tienen el único objetivo de hipotecar al que pueda llegar al Gobierno tras las elecciones de abril. Sirven también para hacer campaña electoral, a todas luces ilegal, desde la mesa del Consejo de Ministros y para alimentar los mítines invocando al trío de lobos que vendrá a llevarse todos nuestros derechos crudos a una cueva mugrienta donde los despedazarán en carnívoro frenesí.

Mientras deciden si van a por Franco por la noche –los socialistas siempre le pillan en la cama– y consideran si será necesario disfrazarse de benedictinos para lograr el hito de la Memoria Histórica, los ministros del ramo ya han decretado los permisos de paternidad innegociables y la obligatoriedad a las empresas de más de 50 empleados de publicar tablas salariales para que se sepa si cobran lo mismo hombres y mujeres. La presunción de culpabilidad siempre estará en el frontispicio de la izquierda pero cabía pensar que la evolución iba a mejorar la especie. Pues no, cada vez es peor. Pronto haremos gimnasia por la mañana como arranque de la jornada laboral. El Estado Socialista ha de estar presente en nuestras vidas impidiendo toda posibilidad de entendimiento privado –humano, en definitiva– entre empresario y trabajador, encorsetando las relaciones laborales –y todas– hasta hacerlas imposibles, anulando la espontaneidad social que suele encontrar por sí sola la solución a muchos problemas creados por la burocracia. Pasado el tiempo de gobierno ellos ficharán, sin función definida, por alguna multinacional… y comerán los bollos que prohibían por nuestro bien, y cobrarán sin castigo lo que no debían cobrar los malditos ricos que había que combatir y harán –si es que alguna vez dejaron de hacerlo– todo lo que el ciudadano no debe intentar porque no sabe, pobre infeliz, si es bueno o malo.

Proteger el libre albedrío también es Política, de hecho es su función más alta y digna. Y, por supuesto, requiere legislación y capacidad de administración y buen gobierno. Es muy difícil legislar para que todo el mundo –hombre o mujer– tenga capacidad de elegir, el dinero ganado en su bolsillo y su vida en su casa sin injerencias estatales siempre que no haya delito. Además, hay que atender las necesidades de muchos ciudadanos que de verdad lo requieren, garantizar la seguridad jurídica y física y perseguir las desigualdades reales luchando contra la discriminación donde la haya.

Por eso hay que estar tan preparado para gobernar. Y por eso personas como Pedro Sánchez o Zapatero no deberían haberlo hecho jamás. Son tipos que tienen la tentación de hacernos libres porque dicen saber cómo. Sobran ejemplos de que eso nunca acaba bien.

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