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Javier Somalo

Monedero es un pelele pero hay más

Monedero es un pelele, pero no va por libre ni está solo. Imagínenlo, a él o a cualquiera de sus tantos iguales, de ministro de Exteriores en días como estos.

Monedero es un pelele, pero no va por libre ni está solo. Imagínenlo, a él o a cualquiera de sus tantos iguales, de ministro de Exteriores en días como estos.
Monedero, durante su comparecencia en el Senado. | EFE

Cada hora que pasa puede cambiar, para bien o para mal, la situación en Venezuela. Pero esta vez, España se ha convertido en protagonista de primera línea ya que Leopoldo López, líder de la oposición al régimen de Maduro, está en nuestra embajada en Caracas tras ser liberado de su arresto domiciliario.

¿Y qué pueden esperan de España los venezolanos?

Una prueba infalible de que Juan Guaidó y Leopoldo López son un peligro real para la tiranía de Nicolás Maduro es el tremendo enfado de Juan Carlos Monedero. En un artículo en el diario Público, maldice así:

Pero los que aquí quisieran meter cadena perpetua a los catalanes que pusieron las urnas el 1 de octubre, en Venezuela consideran que se puede pegar fuego a policías, reventar ambulatorios, bloquear la economía, pedir levantamientos militares o querer tomar un aeropuerto sin que eso tenga consecuencias.

Aquí [por Cataluña] usan la desobediencia civil. En Venezuela están llamando a un levantamiento armados y matan gente.

A los golpistas no les basta el bloqueo, no les basta intentar el aislamiento internacional, no les basta el robo del dinero del país. Quieren sangre.

Otra vez el pelele peligroso de Juan Guaidó, un joven educado por los Estados Unidos en el golpismo y formado en la insurrección en Ucrania, ha intentado una asonada a ver si un baño de sangre le permite a los enemigos de la democracia intentar entrar con los marines en territorio venezolano.

Son, sin duda, las líneas de un auténtico pelele a sueldo. El profe comunista junta letras contra Guaidó y López porque él tenía despacho en el Palacio de Miraflores. Desconozco si ahora gira facturas de asesoría al régimen tirano pero es un hecho contrastado que lo hizo y que, según parece, quedó en deuda. Nótese la diferencia que existe para Monedero entre "los que pusieron las urnas el 1 de octubre" y los que "revientan ambulatorios" o "matan gente" en Caracas, prueba irrefutable de que la alianza del separatismo y el populismo que puede gobernarnos es letal. Eso sí, el Papa Francisco visitará España "cuando haya paz". Quizá lo haga ya con el jubilado Follonero y el propio Maduro de monaguillos, gran trío de amigos de la libertad. Si sucediera, significaría que la cosa ha ido peor de lo que parecía tras las elecciones del 28 de abril. En España y en Venezuela.

Pero Monedero no es el único pelele. El papel de Pablo Iglesias contra la democracia en Venezuela fue una de sus tarjetas de visita en la vida política española porque Iglesias y Podemos son fundacionalmente chavistas. Lo sabemos bien gracias a su afición audiovisual que nos ha dejado cientos de vídeos en los que defienden activamente la dictadura y lloran amargamente la muerte de Hugo Chávez. Pero una vez más hay que insistir en que el germen de Podemos era un despacho con sueldo en Miraflores. De allí se llevó a España con forma tan indignada como económicamente dotada. Y así siguen, sin duda.

Otro gran pelele, disgregado ahora del rebaño original, es Íñigo Errejón, autor de ideas tales como que en Venezuela "la gente hace tres comidas al día" o que las colas en mercados -ya ni hay colas ni hay mercados- se producen porque los venezolanos "tienen más dinero para consumir más". Errejón ha visto hospitales en Caracas en perfecto estado de revista y, por supuesto, "en Venezuela se respetan los derechos humanos". Y en caso de que la realidad se haga aplastante y veamos camiones descargando cadáveres como si fuera pescado en una lonja, basta con borrar unos tuits y centrarse en la campañita electoral del país de Franco. Busquen hoy, sin recurrir a la Historia, una dictadura de derechas. Busquen una de izquierdas, comunista, y siempre hallarán a Podemos de su lado. Y, por supuesto, a Errejón, se vista de lo que se vista.

Del ministro de Exteriores en funciones, Josep Borrell, cabe esperar cualquier cosa que empiece bien y acabe mal porque esa es su manera habitual de proceder. De momento, ha dejado claro que, protocolariamente, Leopoldo no está en la embajada como asilado sino como huésped. Dice también que no lo entregará pero que tampoco permitirá que el opositor convierta la embajada "en un centro de activismo político". Confía el ministro en que esta exquisita combinación diplomática sirva para que se respete la inviolabilidad de la embajada manteniendo intacta la "relación cortés" existente entre el Gobierno español y el de Maduro.

Naturalmente, Maduro sí puede convertir toda Venezuela en un centro de activismo contra España. Porque Maduro, y antes Chávez, han afrentado públicamente a España y a sus instituciones siempre que han querido, han refugiado y mantenido a asesinos de ETA, han insultado a presidentes del Gobierno, expulsado a eurodiputados y secuestrado a periodistas como Luis Herrero. Y lo más alto que se escuchó fue aquel "¡por qué no te callas!" del rey emérito Juan Carlos que, poco después, quiso dejar en una de sus bromas gruesas.

Supongo que los venezolanos de bien conocen a la perfección los vaivenes eufóricos de Borrell y recordarán que fue capaz de asistir a la inigualable manifestación de Barcelona del 8 de octubre, subir al estrado y decir: "¡No gritéis como las turbas en el circo romano!". Borrell es capaz de defender la unidad de España y hacer un aparte con la BBC para decir que Cataluña es "a nation" sin despeinarse. Una cosa es la diplomacia y otra, la hipocresía. Y combinarlas en funciones puede ser letal para los que hoy necesitan nuestra ayuda.

Pablo Casado lleva en sus listas europeas, aunque sea por un lamentable rebote, a Leopoldo López Gil, padre del joven opositor venezolano. Pese al estado de ánimo del PP tras el histórico batacazo electoral, no cabe duda alguna sobre su forma de actuar contra la dictadura venezolana y no habría asomo de titubeo en el papel que desempeñaría España en esta crisis. Casado y Cayetana Álvarez de Toledo lo llevan demostrando muchos años. Tampoco creo que Ciudadanos o Vox supusieran obstáculo alguno, más bien al contrario, ante las ansias de libertad -y de comida y de medicamentos y de hospitales- del pueblo venezolano en estas horas cruciales.

Pero el problema de que España tenga hoy un papel quizá determinante en la crisis de Venezuela es que el 28 de abril se celebraron elecciones generales y un tal Pedro Sánchez puede formar gobierno sin demasiados problemas con buena parte de los peleles prochavistas.

Cabe recordar que José Luis Rodríguez Zapatero, el peor presidente de la democracia española y jefe de los peleles, fue admitido por el gobierno de Mariano Rajoy como aportación española a la causa venezolana, la chavista, como reconoció obediente el entonces ministro Alfonso Dastis. Y a estas alturas no cabe albergar dudas sobre la opción de Pedro Sánchez si le dieran a elegir entre Zapatero o Felipe González, intachable hoy en esta cuestión.

Monedero es un pelele, pero no va por libre ni está solo. Imagínenlo, a él o a cualquiera de sus tantos iguales, de ministro de Exteriores en días como estos. Ojalá me equivoque pero casi es mejor que España no sea ahora la clave para que los venezolanos se libren de la tiranía. Ya les pediremos perdón por tanto pelele.

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