La infame sesión de investidura que tendrá en vilo a España en la Noche de Reyes es un oscuro boceto de la serie negra que nos espera. Pocas veces la ambición de poder ha supuesto tanta humillación ante tan grosero chantaje.
Cayetana Álvarez de Toledo pidió que se leyera públicamente el acuerdo alcanzado entre el PSOE y ERC antes de iniciar el Pleno de investidura ya que era pertinente conocerlo. La presidenta de la Cámara, Meritxell Batet, zanjó la solicitud diciendo que "es de sobra conocido". Desde luego que lo es, pero si la investidura de un presidente pende de un acuerdo que cambiará por completo la estructura de España, lo lógico era que constara en acta la petición de su lectura pública, que la Historia se escribe a diario.
Tras la denegación, Batet dio la palabra al candidato Sánchez Pérez-Castejón. Ovación estalinista de entrada con la ya entusiasta bancada comunista de Pablo Iglesias en pie. En el discurso todo quedó claro y resumido en una frase: "La ley, por sí sola, no basta". Todo un lema de gobierno para "superar", dijo Sánchez, "el conflicto político que lesiona Cataluña". Después de esto, hablar de cambio climático o digitalización resulta absurdo, casi insultante.
Además del anuncio del sacrificado voto negativo personal de Ana Oramás, que le puede costar la suspensión, destacó por su brillantez el discurso, y sobre todo las réplicas, de Pablo Casado. Acertado en fondo y forma, el líder del PP puso en serios aprietos a un candidato incapaz de salirse del guion con el que debe satisfacer a comunistas, independentistas, proetarras, regionalistas y provincialistas… lo que España ha votado para gobernar, según sostiene aún el pobre ponente. A lo intachable del discurso de Casado sólo le falta continuidad y su reflejo en hechos cotidianos. Si ese es el tono, no se entiende que se pregunten si es más o menos radical que antes. Es el único posible. Y eso conlleva una enorme responsabilidad.
Santiago Abascal volvió a estar contundente en lo que a Historia socialista se refiere –la que se oculta en la Ley de Memoria– sobre todo, en su vertiente criminal tal y como figura en las actas del Congreso desde los años de Pablo Iglesias Posse. Tantas veces se ha escondido que todas las ocasiones que sirvan para recordarlo serán pocas. La intervención del líder de Vox también retrató al Sánchez más barriobajero, quizá el más auténtico de todos sus perfiles.
El otro Pablo Iglesias, Turrión, habló desde el Poder y como temible adelanto de lo que será su venganza si se consuma la investidura. Volvió al ceño violento y al señalamiento pero ya como vicepresidenciable de aquellos que, según él mismo, usaban la cal viva.
Lanzó avisos a los "poderes económicos y sus terminales mediáticas" aunque no se refería a Roures. Adelantó que "habrá algaradas callejeras" y hasta "puede que también haya algunos togados que pongan por delante su ideología reaccionaria respecto al derecho". Dice que todo ello se responderá "con la ley, con la ley y con la ley". Y ya sabemos qué es la ley para un bolivariano de nómina. Sólo falta sospechar en quién puede recaer la cartera de Justicia pero parece que será otro "éxito garantizado".
Mientras los diputados socialistas nacionales atendían a otro Pleno –el de Cataluña– con un presidente inhabilitado pero en plena forma golpista, para saber si pasan a la final, llegó el turno de Gabriel Rufián: "Si no hay mesa no hay legislatura", dijo el de ERC tras mucho y torpe adorno. Es decir, si no hay garantías de referéndum de independencia en Cataluña, si no hay rendición completa y consumación del golpe, no hay Moncloa. Por eso Sánchez atendía a Rufián con cara de miedo, sin medias sonrisas ni poses de galán de bolera. Después del susto canario, Teruel existe –y tiembla– más que nunca ¡y que viva Rufián! por los años compartidos "en el exilio republicano" y supongo que por los descerrajados en la década de los treinta… el Falcon bien vale una antológica humillación.
Inés Arrimadas, por mermado que esté su partido en el hemiciclo y por muchas burlas que haya suscitado por parte del asfixiado candidato, lanzó un demoledor discurso sin papeles contra la investidura de la infamia. Intachable y necesario.
Hasta el martes 7 de enero no sabremos si el mendigo del poder consigue limosna suficiente. Pero consta en acta que es a España a la que Sánchez pone de rodillas. La derecha, brillante en los discursos, contundente en los argumentos, demoledora en las réplicas, ha perdido mucho tiempo mirándose los escaños en el momento en el que la izquierda irresponsable más ansía una revancha.
Si lo de este sábado sirve para una reflexión a la altura de la gravedad, quizá no sea tarde para España aunque el pobre Sánchez, sumiso con los golpistas y chulo –no hay otro adjetivo– con los constitucionalistas consiga mantener las llaves del Falcon en el bolsillo.