Los Pactos de la Pandemia consisten en admitir que el PP es el culpable de todas las muertes, las del 11-M, las del ébola y las del coronavirus. Porque la derecha mata desde 1936 y así seguirá haciéndolo hasta que la confinen. Tal es la regla de este PSOE que nos ha tocado en (mala) suerte. El PSOE de un inepto, agravado por la maldad de personajes como Adriana Lastra que se llevará de todo esto el dudoso honor de haber empeorado la ignominia.
Ni Wuhan, ni el pangolín, ni la sopa de murciélagos, ni las mutaciones, ni los extraterrestres ni nada de nada. El virus es la derecha, fundamentalmente el PP, y la vacuna que buscan –hace mucho tiempo– es para eso. Pero ofrecen un pacto y fingen que tendría la misma dimensión que aquellos de la Transición, en los que hubo muchos errores que no había más remedio que soportar por el afán superior de salir unidos tras cuarenta años de dictadura. No es el caso. Lo que se propone es que el Parlamento reciba al Gobierno bajo palio y que la derecha asuma crímenes sin rechistar, pues es su condición y aquí están de prestado.
Duele escribir sobre lo que dicen en una tribuna unos señores que no renuncian a sus dietas mientras los muertos empiezan a amontonarse en meras cifras que hasta oscilan por errores de criterio. Hoy, 200 "menos"; mañana, 100 "más"… y nos sobrecogieron aquellos 800 –¡en total!– que nos asomaron por primera vez al abismo. Quizá nos hayan equivocado del todo y ya no sepamos ni sumar las desgracias en este maldito baile de muertos. Es desolador. No se pueden juntar más de tres familiares para un entierro –si es que encuentran al que se fue– pero hay que escuchar a mucho imbécil junto o visitar una fábrica exhibiendo el mal uso de una mascarilla porque, según el doctor que no veía tanto riesgo en esto, parece que es "esencial".
Duele mucho escribir de política con tantos muertos, sí. Pero también es más necesario que antes hacerlo porque el poder político no puede escaparse cuando lo hace mal, por inepcia y por mala intención, por mucha desgracia particular que nos rodee o precisamente por eso.
Arancha González Laya, siempre de levita maoísta, presume en la BBC –Bulos Británicos Corporation– del uso masivo de mascarillas y de haber realizado muchos, muchísimos test siguiendo el ejemplo de Corea del Sur. Pues es mentira, no hace falta decir mucho más porque ha quedado groseramente a la vista. Adriana Lastra –como portavoz del resto– achaca el desastre a que el PP fue el que más recortó en Sanidad. Pues es mentira también, fue la Junta Socialista de Andalucía y a manos de la actual ministra María Jesús Montero. Y el propio Sánchez, el caudillo con mascarilla, sacude a Isabel Díaz Ayuso en la cara de Pablo Casado por intentar ser más útil que el presidente del Gobierno y por desvelar, con hechos, sus mentiras diarias. Hasta Felipe González las ve.
Cunde, sin embargo, la especie de que la derecha paga para difundir bulos. No entiendo casi nada de redes sociales y menos de bots –tampoco tienen mucha idea algunos carcas que se creen influencers o jóvenes que desconocen que la hemeroteca de toda la vida les pasará factura– pero me fío de la interpretación de Daniel Rodríguez Herrera sobre la penúltima estupidez cometida en masa por algunos izquierdistas que no tienen vergüenza ni anhelan alcanzarla. Es mejor, en caso de duda, destinar dinero público a pagar en TVE una sitcom en la que unos cuantos millonarios sin gracia, como el hermano de Javier Bardem, hacen chistes sobre abuelos y mascarillas.
En todo caso hay una izquierda que lleva muchos años pagando y cobrando por la contaminación mediática. Un breve botón de muestra nos lo ofrece uno de los órganos propagandísticos mejor pagado de la izquierda y presentado por Antonio García Ferreras. Basta ver el vídeo, tan corto como revelador, que ha publicado Libertad Digital. Aunque no hace falta acotarlo demasiado, hay explicaciones por si alguien simulara perderse.
No veo pactos bienintencionados por más que quisiera. Tendrá que haber colaboración entre administraciones, habrá que hacer un esfuerzo titánico para que la burocracia –tenga el color que tenga– sirva al prójimo, será obligatorio arrimar el hombro con el de al lado, vote lo que vote. Habrá que deshacerse de cualquier prejuicio para evitar más muertes y salvar vidas del virus, del paro y de la ruina. Pero no hay que dar ni un minuto de margen al que, incapaz de gestionar la tragedia, ose además ganar ventaja electoral entre cadáveres. Y el PSOE de Pedro Sánchez y Adriana Lastra lo está haciendo.
Ni Pactos de La Moncloa ni sirenas a Odiseo. Si lo proponen Sánchez y los suyos como algo bueno, átense al mástil, prepárense para peores tiempos y desvívanse por ser útiles a los demás. Pero ni les miren a la cara.