Las siguientes palabras las pronunció Juan Carlos Monedero el 14 de julio de 2014 en el barrio de Hortaleza, Madrid:
Hay muchos relámpagos en la noche. Tenemos Círculos Podemos de las Fuerzas Armadas. Se van a llevar un susto. No sabéis cuánta gente de las Fuerzas Armadas está con nosotros. ¡No sabéis cuánta! Hay gente a la izquierda de la izquierda de la izquierda que dice estar en contra de los ejércitos. Genial. Yo también. Pero si ganamos, yo voy a estar más tranquilito sabiendo que una parte importante del Ejército va a garantizar el triunfo de Podemos, y que una parte de la Policía va a garantizar el triunfo de Podemos. En esta cuestión no somos ingenuos.
Y en esos famosos “Círculos”, en redes sociales y chats variopintos surgidos, según parece, en Brasil, obedecieron de inmediato a la corneta del jefe Monedero. También en 2014 decían así:
Nos acusarán de antipatriotas: nuestro patriotismo no es el clásico de una bandera rojigualda y adhesión al movimiento nacional. Tampoco es defender a los que nos han llevado a la ruina ni a los poderes económicos. Nuestro patriotismo y compromiso es con el pueblo, sus decisiones democráticas deben ser respetadas, incluidas decisiones que puedan no gustarnos o incomodar a nuestros mandos.
En nuestras Fuerzas Armadas no hay adhesión posible a ese “movimiento nacional” que mencionan esos supuestos militares podemitas del 2014. El penúltimo secretario general de ese movimiento al que aluden sin gracia —el último, Ignacio García López, lo fue para disolverlo—trajo bajo el brazo la democracia, culminó el proceso de legalización del PCE, sufrió un anunciadísimo golpe de Estado en 1981 y se llamaba Adolfo Suárez. Pero queda claro, gracias a Monedero, ese "ejército del pueblo", aún más antiguo que el Movimiento, y que contraponen como solución.
En cuanto al patriotismo, en las Fuerzas Armadas sólo cabe uno: defender la nación asumiendo el riesgo personal de hacerlo por convencimiento. Por eso no todos valen para ello. Pero si el patriotismo castrense de Podemos es negar la defensa global, seleccionar a quién se defiende excluyendo “a los que nos han llevado a la ruina” y a los “poderes económicos”, ese Ejército es ilegal, inconstitucional, de partido y, por definición, golpista. Pero nada se dijo entonces ni ahora y nada pasó ni pasará.
Hoy, en uno de los momentos de mayor inestabilidad democrática, los grandes medios de comunicación abundan en el manido ruido de sables convenientemente ligado a Vox. Y lo hacen a partir de un chat que ya se ha demostrado infiltrado, y quién sabe si no inducido, por Podemos gracias al general José Julio y su División por descubrir.
El error es pensar que de esto saben poco en el partido morado cuando es su especialidad, fraguada y pagada en Venezuela. Allí tenemos el perfecto ejemplo de ese “ejército popular” al servicio de lo que se tercie menos de la democracia. No es un detalle sin importancia que Pablo Iglesias dedicara programas de la televisión iraní al comandante Chávez y que montara un mausoleo ideológico de penas y amenazas junto a Monedero cuando el tirano murió. Ellos estaban allí, tenían despacho, asistían a actos oficiales y eran mencionados con honores. Allí nació Podemos, pero la ingenuidad política y mediática españolas —golpista cuando no hay ignorancia— han permitido que aquello llegara aquí casi como un juego inofensivo de tertulias. Es en Venezuela donde las Fuerzas Armadas —ellos siempre hablan de “Ejército”— cumplen esa labor social que toda dictadura considera necesaria para el “pueblo”: la represión. Nunca lo han negado y nunca les hemos pedido cuentas.
¿Cuál es la versión oficial, asumida ya por derrota ideológica?: si existe peligro real de golpismo siempre será de derechas porque los militares son de derechas, si es que tuvieran alguna ideología compatible con la democracia. Siempre estarán a punto de estallar porque los mandos y jefes de las Fuerzas Armadas españolas además de ser ingenieros, físicos, biólogos, letrados, historiadores, políglotas y reputados expertos internacionales en sus materias, no soportan la democracia de estos últimos cuarenta años y no sueñan con otra cosa que no sea pronunciarse contra ella y recuperar los gloriosos Principios del 18 de julio. Y claro, el Jefe Supremo del avispero es quien es y viene de su padre, que era quien era y vino de donde vino. En la barra de un bar —ahora ya no— es sencillo de defender. No requiere esfuerzo ni lecturas.
Dice El País que en el chat volcánico hay un militar que dice que “la forma de parar esto es un nuevo alzamiento”. Y la ministra de Defensa, Margarita Robles, antaño socialista razonable, se desvive por abrir una investigación. Aparte de dilucidar primero de qué alzamiento se trata, porque hubo unos cuantos, ¿dónde está el peligro? Pues en el mismo sitio que otros que no preocupan tanto.
Hay un diputado, ex miembro de la banda terrorista ETA y socio decisivo del Gobierno, que dice que “necesitamos una España rota” para proclamar una república plurinacional socialista. Hay una ministra, sin atisbo ministrable, que advierte a “los borbones” de que vendrán “recortes con guillotina”. El secretario general del PCE, Enrique Santiago, tan fiel a Maduro como Iglesias, dice que “si se dieran las mismas condiciones que se dieron con Lenin” no dudaría en ir a La Zarzuela a hacer lo mismo que hizo Lenin con el Zar. Le preguntan: “¿Lo liquidaríais?”, y Santiago contesta: “Eso ya depende de cómo se pusiera, de lo que surgiera”. Todo muy gracioso.
En público, con vídeo disponible, sin doblaje fraudulento y sin ironías, el hoy vicepresidente del Gobierno, Pablo Iglesias, ha dicho:
Un tipo que dice "voy a hacer desfilar al Ejército francés para que los mercados se atengan a las consecuencias", qué queréis que os diga: me causa simpatía.
Cuando definimos al enemigo, y yo creo todos estamos de acuerdo en que el enemigo es la lógica capitalista, ese enemigo sólo entiende un lenguaje: el lenguaje de la fuerza. Me gusta quien moviliza al Ejército para decir a los mercados: cuidado, que las pistolas ahora las tengo yo.
Ya no estamos hablando de aquel chat en Telegram en el que Pablo Iglesias, machista añojo, soñaba con azotar a Mariló Montero, nada que ver salvo por el apellido con su ministra. Los rumores son fake o peligros incipientes en función de quién los maneje, quién los publique o quién los desmienta.
Como la derecha tradicional, hoy centro mediocre, ha renunciado a la batalla ilustrada, nos queda la defensa individual que quieran hacer los que orillen los complejos en favor de la democracia cierta que llegó en los setenta. Hay políticos del PP —no muchos pero quedan—, otros de Vox —censurados antes de hablar—, algunos socialistas —cada vez menos y siempre jubilados—, unos pocos periodistas y un puñado de jueces que parecen dispuestos a no tragarse el gran bulo de la izquierda mediática patrocinada inexplicablemente por la gran empresa española. El jueguecito podía tener su aquel en épocas de cierta estabilidad pero estamos atravesando horas muy graves que no admiten roles progres despreocupados y, quizá esto les convenza, nada rentables a medio plazo.
Si hoy, finales de 2020 principios de 2021, hay un riesgo de golpe de Estado, la pregunta hay que formulársela a la izquierda, no a la derecha. Hemos visto golpes desde el poder, como el perpetrado por la Generalidad de Cataluña, que se proclamó República Independiente y todavía andamos discutiendo de terceros grados o indultos cuando están en La Moncloa aprobando los Presupuestos y otras leyes finales.
No sé cómo andarán los ánimos de los militares jubilados o en la reserva pero sí conozco lo que piensan y hacen los políticos en activo y, en muchos casos, me resulta de lo más golpista. Nadie reparó en los planes milimétricos de Podemos con las Fuerzas Armadas y en su experiencia bolivariana de revolución armada que, como dijo Monedero en 2014, puede “garantizar el triunfo de Podemos” en España. A mí eso me preocupa mucho más que lo que digan otros en un chat aunque lo publique el sacrosanto accionariado de El País, que es el escribe los libros de texto para los colegios. No nos dejemos engañar por la falsa memoria; si hay “una parte del Ejército” que pueda preocuparnos, no es la que nos quieren meter en la cabeza.
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Con seis, cuatro, dos… o uno mismo, Feliz Navidad y brindemos por nuestros ausentes y por el sentido común, que en algún sitio andará.