Desde el punto de vista geográfico o geométrico entendemos por equidistancia la igualdad de distancia entre varios puntos u objetos. En términos políticos, suele asociarse al apaciguamiento, costumbre que sembró Europa de cráteres, campos de exterminio, hambrunas y letales ismos que aún hoy nos brindan su pútrida y gélida compañía.
Hay equidistancias que se hacen peligrosas fuera de su enunciado. ¿Dónde está la equidistancia entre la barandilla de un viaducto y el suelo a los ojos de un suicida o del testigo del suicidio? En el aire, o sea, contra la acera si no nos derogan también la Ley de la Gravedad. Ese imposible punto intermedio es lo que obliga a instalar mamparas para impedir al suicida –aunque no disuadirle de su idea– que se encarame al vacío. Por lo mismo, la equidistancia o punto medio entre la ley y el delito, en democracia, no existe. Pocas discusiones soportan la medianía aunque en numerosas ocasiones la escasa trascendencia del asunto permita conservar una amistad y hasta pedir otra cerveza. Ante el golpe de Estado de la Generalidad no estamos en ese caso.
Por ejemplo, la nota de los obispos favorece a los golpistas desde el momento en que siquiera los menciona y además expone como ciertas dos trincheras. Dos. Afortunadamente, los obispos usaron por unanimidad un lenguaje bien conocido en España gracias al nacionalismo vasco: son difíciles de olvidar las condenas de la violencia "venga de donde venga", fruto del "conflicto" que ha dejado mil muertos de un solo lado. No es equidistante sino repugnante considerar asesinos por igual a los etarras y a los policías en la historia del terrorismo nacionalista vasco que, tristemente, es también la historia de España.
Buscando algún ejemplo más con el que ilustrar la manida equidistancia he topado con Carles Francino y su artículo radiado en la SER y titulado "No disparen al equidistante".
Equidistante no es, como dice Francino, sinónimo de "blando o moderado". Nada más lejos, valga la gracia espacial. Si seguimos entendiendo, no del todo correctamente, la equidistancia como un punto medio y lo situamos entre los golpistas y la Ley resulta bastante más peligroso de lo que se pretende aparentar. No cree Francino que pueda hablarse de "golpe de Estado" pero tampoco de "estado de excepción". No le gusta que se metan con Serrat pero tampoco con Lluís Llach –"El que no cumpla [la desconexión con España] será sancionado", dijo a los funcionarios el diputado de Ítaca– o Pep Guardiola. No le gusta que unos destrocen "tres coches" de la Guardia Civil pero le da "una grima enorme" que otros les apoyen con banderas. No le gusta –le alucina, dice– que Forcadell arengue a las masas pero "deplora" la actuación del Fiscal General. Y así va Francino basculando como quien se cambia de mano una patata recién horneada, eso sí, cargando adjetivos y verbos sólo hacia un lado de su punto medio. Quema más la patatita en una mano que en la otra.
Hay más juegos malabares que sólo alargarían innecesariamente este artículo y que se pueden leer en su fuente primaria. El caso es que finalmente Francino alcanza a sintetizar, quizá conscientemente, en qué consiste la equidistancia que nos ocupa:
Yo, como otros catalanes, no comulgo con el simulacro de referéndum del domingo; para nada. Pero defiendo que tarde o temprano se nos consulte; y además hace años que lo defiendo.
Él y otros catalanes quiere que "se nos consulte"… A los catalanes, claro. Esa es la astronómica distancia que les separa de la Ley y les acerca al golpe: demandar una consulta para ellos, los catalanes, sobre un territorio que pertenece a todos los españoles por igual. ¿Qué les aleja pues, de Puigdemont y las CUP? ¿Sólo las prisas?
Antes de que alguien quiera atribuir a Francino la virtud aristotélica de buscar el justo medio entre el exceso y el defecto y antes de que él y otros pontífices tiendan el puente –que sólo cruzarán los golpistas– entre la ley democrática y el golpe me pregunto: ¿son estos equidistantes los llamados nacionalistas moderados? ¿Se puede ser fascista moderado?
Los equidistantes del 23-F formaron parte del golpe; los del 1-O, quieran o no, también. Esta equidistancia es el punto más próximo al golpe, el duro suelo bajo el viaducto.