Va a ser muy difícil que el PP encuentre subordinadas para justificar su batacazo electoral en Cataluña, obra indiscutible de Mariano Rajoy con la ayuda de García Margallo, muy a pesar de García Albiol y, me temo, de buena parte del PP que sigue en silencio.
El PSC también fracasó pero seguirá bailando hasta diciembre –danzad, danzad– mirando de reojo a Albert Rivera desde Ferraz. Lo más seguro es que Pedro Sánchez no saque la bandera de España en España, si acaso una postiza y no tan grande como la exhibida en Cataluña. De hecho, sus intenciones nacionales siguen pareciéndose más a las de los separatistas, con los que siempre se encontrará en hechos diferenciales, singularidades, asimetrías, terceras vías o cuartas derivadas. Rodeos. Cuestión distinta será descubrir cuánto poder es capaz de desarrollar Susana Díaz en el PSOE mirando, ya no de reojo sino de frente, a Ciudadanos, casi socio en Andalucía. A nadie se le ha pasado por alto que lo primero que hizo Miquel Iceta en la noche electoral fue felicitar a Inés Arrimadas y destacar su ascenso a la segunda posición del tablero. "La bandera de la concordia", dijo Pedro Sánchez, flaqueando ya con vistas al futuro, mientras Susana, seguro, tomaba nota.
Y al populismo que jugaba al escondite en Cataluña se le hizo de noche y seguía escondido. Rumiando el estrepitoso fracaso, mesándose barba y coleta. En las generales tendrá que volver a lo de siempre, al guión indignado, al anticapitalismo, la casta y demás lugares comunes. Son separatistas, de eso no cabe duda. A ver qué nos venden mañana.
Lo que ha quedado cristalino es que el puñetazo contra todo separatismo lo ha dado Ciudadanos el 27 de septiembre de 2015, fecha que no hemos de olvidar. El secesionismo de partido llegó roto, con ínfulas constituyentes pero roto, y la única formación que le ha hecho frente con programa propio, siglas propias y sin trucos ha sido la encabezada por Inés Arrimadas: "¡Cataluña es España!", coreaban a la candidata sus bases. "¡Libertad, libertad!", seguían coreando. Así de sencillo para unos; tan complejo y doloroso para otros.
La clave de estas elecciones es que en Cataluña queda casi todo por decidir precisamente por esa ausencia de unión entre separatistas. Junts, sí, pero con proyecto revolucionario y el partido bandera de Artur Mas hecho pedazos. La opción separatista conjunta puede valer para romper, no para gobernar, y menos si frente a su cuestión nacional aparece por primera vez un partido que sí puede dirigir una Cataluña dentro de España y algo más.
"¡Sí, sí, sí, nos vamos a Madrid!", gritaron los ciudadanos antes de que Inés Arrimadas cediera la palabra a Albert Rivera, la noche en que empezó la campaña por las elecciones generales. "Hoy la vieja política ha muerto en las urnas y empieza la nueva política para España". “¡Yo soy español, español, español!”, respondieron cantando. Siguió Rivera: "Millones de españoles nos miran esta noche con esperanza. Hoy el cambio ha empezado con una alternativa en Cataluña. Gracias a todos los españoles también". Sabía Rivera que tenía que hablar de España desde Cataluña, es lo que ha hecho desde que nació Ciudadanos, es más, Ciudadanos nació para decir España desde Cataluña. Y así continuó, proponiéndose "reconstruir el proyecto común para toda España". "España unida jamás será vencida”, “Viva España y Visca Catalunya”, fueron las últimas frases coreadas por los simpatizantes y militantes en la sede de Ciudadanos sin complejo alguno.
El discurso nacional de Albert Rivera lo pude seguir gracias a la excelente retransmisión de esRadio y Libertad Digital, porque en TVE prefirieron conectar con Xavier García Albiol, que ni siquiera hablaba para sus militantes sino en exclusiva para la propia TVE. Después conectaron con Pablo Casado y así, poco a poco, fueron escondiendo al verdadero protagonista de la noche, aquel recién llegado que fichaba candidatos en cafeterías.
El 27 de septiembre por la noche ha empezado la campaña de diciembre sin que haya terminado la de Cataluña. Eso es lo que ya tiene ganado a pulso Albert Rivera.