Menú
Javier Somalo

Del besamanos a las urnas

-Pobriño, quería quedarse más– parecía decir la reina. -Ya… le pasa siempre– podría haber contestado el rey.

-Pobriño, quería quedarse más– parecía decir la reina.
-Ya… le pasa siempre– podría haber contestado el rey.
El polémico instante. | EFE

Paso relajado, de lento algo chulesco. Braceo largo. Es un paseíllo sin capote. Un Regular de Ceuta descarriado. Aquí estoy yo. Esta vez salgo el primero, cuidado. Cuál es mi cámara. Con sonrisa ensayada –no es lo suyo– saluda a los reyes cual colegas y se sitúa a su lado, a su nivel, para recibir al resto de invitados en igualdad de peso institucional. La primera dama, Begoña Gómez, camina hacia atrás hasta la pretendida posición para no perderse nada. Y en cuestión de segundos suenan las doce en el reloj. La carroza vuelve a ser calabaza. Presidente, que ya está. Que aquí los protagonistas son los reyes. Que esto es el Palacio Real.

Y los Sánchez-Gómez hicieron mutis por el foro. El presidente retomó su característico paso para que le dure todo un poco más, para ser más visto, volviendo a su gesto habitual, contrariado, apretado y, esta vez, algo más cabreado. Si Pablo Iglesias estampa el membrete de Podemos junto al del Gobierno de España en un documento carente de toda oficialidad para pactar el apoyo a unos presupuestos, ¿porque no iba a ponerse el presidente del Gobierno a la altura de los reyes de España en una recepción en el Palacio Real?

Los reyes sonrieron tras la anécdota.

-Pobriño, quería quedarse más– parecía decir la reina.

-Ya… le pasa siempre– podría haber contestado el rey.

Y la reina volvió al protocolo colocando profesionalmente la mano para los cientos de apretones que le quedaban por delante y que Sánchez quería compartir.

hqdefault.jpg

Poco antes del gatillazo protocolario, el presidente fue recibido con abucheos: "¡Fuera, okupa, queremos votar!", fue, más o menos, lo que le espetaron los muchos ciudadanos que suelen saldar cuentas con los presidentes ofreciendo demoscópicos contrastes entre ovaciones y abucheos según aparezcan las personalidades en los actos públicos. Claro, a éste no le han votado ni propios ni extraños y la lluvia le cayó de arriba y de abajo.

Tan mal iban las cosas en la Fiesta Nacional del 2018 que el Doctor Richard Kimble, el Fugitivo, echó el resto en los corrillos de Palacio. Sin cámaras, sin palabras propias, sólo eso que la prensa llama "conversaciones informales". Sigo sin entender por qué se permite a un presidente del Gobierno desaparecer de la escena pública a su antojo y, sin embargo, se le brinda la escapatoria del "corrillo". El caso es que, según dicen que dijo, habrá Presupuestos y no habrá elecciones hasta 2020. ¿Y por qué no piensa Sánchez en gobernar hasta 2022? Es lo que podría hacer si ganara ahora unas elecciones generales. Le duran poco las cosas porque siempre llega a tropezones. Le dura poco la tesis y el besamanos. Lo de La Moncloa, que es lo único que se le reclama breve, quiere estirarlo sin reválida.

Pero un presidente llegado por moción de censura, aunque no hallemos antecedente, está obligado a ser coyuntural, casi un mero instrumento para llegar a las urnas y que los ciudadanos decidan si una votación parlamentaria evacuatoria cuenta con su apoyo. Maldita democracia. Si, como él sostiene, la moción estuvo motivada por la sentencia del caso Gürtel, no sé qué hace de presidente del Gobierno el secretario general de un partido que destroza la tarjeta de crédito pública en marisquerías y puticlubs y que colecciona episodios dignos de dimisión en cloacas, mansiones y universidades, amén del expediente de latrocinio más escandaloso de nuestra democracia: el de los ERE y los cursos de formación de parados en Andalucía.

Si llegó por corrupción, por lo mismo habría de irse. Airadamente exhortado, como en el desfile. Amablemente invitado, como en el besamanos.

Temas

En España

    0
    comentarios

    Servicios

    • Radarbot
    • Libro
    • Curso
    • Escultura