Desde los altavoces de los coches patrulla se escucha un metálico y algo retrógrado "¡Circulen!", dirigido a los que protestan en la calle Núñez de Balboa de Madrid. La mayoría lo hace desde el mismo balcón de los aplausos pero los hay que aprovechan el paseo vigilado de la fase cero para sumarse. El estado de alarma permite deambular sin rumbo fijo… de todas formas, tampoco hay sitio al que ir porque están prohibidas las visitas y las tiendas son escaparates muertos que no tardarán en colgar un cartel de cese de negocio.
Los que protestan mientras andan –no puedes pararte– están desacreditados por pijos, como si allí todos se quejaran de vicio. Los "cayetanos", los "borjamaris", dicen de ellos en la prensa, y no precisamente en El País sino ya en El Mundo, además de en los de siempre. Nos cuentan que en esa calle es donde viven los más ricos y que la mayoría vota a PP y Vox. Cabe deducir pues, que carecen del derecho a la protesta porque su dinero es de procedencia dudosa, no como el de los proletarios Wyoming y Ferreras o como el de los nuevos ricos que defienden un proyecto de familia en el campo al estilo Iglesias.
Estos de la "milla de oro" –otro estigma– no crean empleo, sólo despiden, no pagan impuestos para la Sanidad Pública porque prefieren la Ruber de Calvo y se lo quedan todo para ellos, para sus tapices, sus subastas y sus 'teslas'. No hay más que verlos, así vestidos y protestando… Por tanto, habrá que proceder a una "desbalboización" de Madrid como se hizo con los kulaks ucranianos y rusos de hace 100 años –y 100 millones de muertos– que eran "propietarios", o sea, que tenían un puñetero granero o una vaca y fastidiaban la colectivización. Luego llegó la planificación de la hambruna, ingenioso genocidio que se resiste a pasar como tal a los libros de texto de los niños y jóvenes confinados. Además, los revoltosos propietarios de Núñez de Balboa llevan banderas de España. Tener una bandera o una cacerola en casa empieza a ser un peligroso síntoma de desafección. En ruso, el remedio podría también ser algo así como la deskazerolización.
Pues no queda otra, ¡A las Kacerolas! A lo mejor si lo escribimos con k queda menos cayetano, menos borjamari o menos facha y los medios de comunicación les dan permiso para protestar de siete a siete y cinco de la mañana, casi como si fueran personas comunes con algún derecho.
En la rueda de prensa de Illa y Simón para anunciar que Madrid se queda en la fase cero –que es la primera aunque luego llegue la fase uno– nos dijeron que como los capitalinos han sido buenos y ejemplares podrán ir un poco a misa o un poco a entierros o pedir libros a una biblioteca sin pasarse. Uno de los periodistas que intervino en la farsa de prensa, el del Huffington Post, fue al grano y preguntó por el madrileño barrio de Salamanca y por Ayuso, señalándolos como los violadores de la fase cero y primeros sospechosos de cualquier posible rebrote letal. Una, por estar en un hotel cuando no se puede y los otros, por juntarse demasiado para protestar con tanto dinero como tienen. El ministro y el doctor se escabulleron un poco al principio pero Illa no tardó demasiado en sumarse al señalamiento: "No es tolerable que una minoría ponga en peligro todo lo que hemos conseguido". Brillante acusación si la dirigimos los ciudadanos contra el Gobierno de Iglesias y Sánchez. Eso sí, de criterios técnicos o de documentación clara y concisa sobre la pandemia, no quisieron hablar. La prueba de trasparencia, dijo Illa señalando el atril, es "que estamos aquí informando".
Ante la descarada ofensiva contra Madrid, pieza a cobrar por la izquierda, los "gobiernos en la sombra" sirven de poco, más allá de dar ideas a los comunistas sobre el tipo de sombra que pueda merecer el PP. Hará bien Pablo Casado en escuchar el eco de las cacerolas y apoyarse en Madrid, que es un gobierno a plena luz, haciendo todo lo posible por contrarrestar las políticas liberticidas de un gobierno tan social-comunista como inútil. Si Díaz Ayuso es la pieza a batir es por algo. Si el diario con más tirada de España, El País, dedica la apertura de su portada y algún añadido más a Díaz Ayuso es por algo. Si preocupa más un hotel que 27.000 muertos es, asquerosamente, por algo. Y ese algo es que la alternativa a la pandilla de ineptos que nos gobierna se ha dejado ver por el Madrid de Isabel Díaz Ayuso y José Luis Martínez Almeida, que lo es también de Ciudadanos y de Vox si esta vez no pierden el tiempo en mirarse de los pies a la cabeza. La izquierda no soporta haber perdido el Ayuntamiento y seguir lejos de la Comunidad y buscarán toda falta de escrúpulos –que puede haberla– para conseguirlo.
Pues eso, mientras unos se deciden a que los otros no nos tomen por imbéciles, ¡a las kacerolas!, versión sonora del cine mudo del CIS, y que llegue el estruendo hasta Galapagar pasando por la Moncloa. Y nada en la sombra, todo a plena luz.