Cada quien es cada cual y todo es compatible. Se puede beber y soplar al tiempo. Es la tesis de la semana, esgrimida por todos aquellos que han querido asumir y resumir así la actitud de Gerard Piqué, haciendo los coros a Serrat.
El central del Barça no es el único. En realidad, todo el que quiera puede ser como sea, con sus hechos diferenciales, cualidad ésta última que permite a cada quien hacer lo que le venga en gana sin consecuencias. El propio Artur Mas, sin ir más lejos, pertenece a este género tocado por la gracia de la naturalidad impune.
Sucede lo mismo en Madrid. Se criticó que Xavier García Albiol apareciera como protagonista en el plan del Gobierno para dejar en manos del Tribunal Constitucional, a través de una reforma, la respuesta al órdago separatista de Artur Mas. Un candidato en época electoral esgrimiendo armas del gobierno al que pertenece su partido: algo terrible y, por lo visto, mucho más grave que el hecho de que ese gobierno renunciara a utilizar las herramientas que la ley le pone en suerte desde 1978. Días después, como todos hacen lo que les da la gana, como cada uno es como es, un ministro –José Manuel García Margallo, por enésima vez el canciller en cap Margallo– se inmiscuye en la campaña electoral de Albiol y en la supuesta agenda de Rajoy. Incapaz de permanecer dentro de su cartera, Margallo propuso apaciguamiento vía impuestos. "Es una opinión personal", ha dicho Soraya Sáenz de Santamaría, como si eso fuera tranquilizador. Más que una opinión, parecía un plan. Es de suponer que Artur y los Junts estarán encantados de que Margallo ejerza la diplomacia con el país vecino.
Recapitulando el catálogo de acciones tenemos una propuesta sobre recaudación de impuestos, la infantería de magistrados del Tribunal cuyo presidente dice que no le gusta el 155, una alusión de Pedro Morenés a los tanques, innecesarios si la cosa no va a más y, por supuesto, el consabido convencimiento de que las cosas que no se saben arreglar simplemente no van a suceder. En el ámbito de partido, lo mismo: unas veces se remitió a Ciudadanos –el que ficha a sus candidatos "en cafeterías"– a Alicia Sánchez Camacho como natural interlocutora y otras se abre la verja de La Moncloa por si las moscas. Ayer Albert Rivera sólo pensaba en la fama y en "pasearse por Madrid" y hoy se le cursa una propuesta de acción conjunta basada en los propios postulados de Ciudadanos. Cal y arena en proporciones groseras, según consigna del día. Y si alguna maniobra sale malparada, era una "opinión personal". Él –quien sea– es así, incorregible.
Si se elige a un candidato para endurecer –estar a la altura– la política en Cataluña, fíjese el rumbo hacia el problema, no contra una de sus pocas soluciones. Creo que Albiol tiene claro su objetivo y se le nota cuando repite argumentos precocinados. Antonio Gallego, número tres de su lista, fue nítido respondiendo a Dieter Brandau en esRadio, donde desarmó, punto por punto, las zozobras de Rajoy.
Pero Cataluña también es como es y no pasa nada, nunca pasó nada. Y nadie quiere perder su identidad, su hecho diferencial.
Sin embargo, ante tanto falso individualismo, invariablemente aparece la dictadura nacionalista. La más rancia y uniformada de las exaltaciones patrióticas que lo es por obligación. La Corea del Norte de España que aplica a rajatabla la censura previa y posterior, la sanción, la amenaza continua, que ejerce una "política fascista" de los medios de comunicación, como también denunció Gallego en esta casa y que puede corroborarse con una simple consulta a los pliegos de los concursos para optar a una licencia de radio o televisión, concesiones bajo la tutela del CAC y de sus estrictas "Instrucciones Generales". Una dictadura de afiliación diaria por acción u omisión como es el caso de los deportistas alistados en Guanyarem, la del bueno de Piqué que bebe y sopla y no necesita dinero ni prestigio, la misma de la que ahora se quieren difuminar algunos –borrar, nunca–porque no fueron informados de las verdaderas intenciones… Ya ven, acostumbrados a firmar contratos millonarios y gestionar sus derechos de imagen con asesores ahora mandan un selfie por whatsapp pensando que sólo es para que los niños de Cataluña hagan deporte. Cerraré mi margen de duda cuando digan que se borran –y se borren– porque no les da vergüenza ser españoles.
El drama es que los no nacionalistas no quieren coincidir para ser alternativa. Me refiero al PP y a Ciudadanos porque los socialistas están llegando a la madrugada de un guateque en el que se oyen gritos de Alfonso Guerra, Felipe González, Josep Borrell y hasta de Enric Juliana mientras Miquel Iceta baila con Pedro Sánchez y ella, Carme(n) Chacón, baila sola. Menudo resacón. El drama, pues, es que el PPC se mira en el espejo que rompió hace años, que Ciudadanos nació porque el PP huyó de Cataluña y que los aciertos de Albiol se disuelven en La Moncloa, son luchas incompatibles. Es beber y soplar. Mal asunto, porque esta vez tienen enfrente otro populismo, de urea –sin acritud, según ellos es expresión artística–, inspirado por la anti-desahucios que jamás tuvo hipoteca y que patrocinará el desalojo, si no hay remedio, de los no nacionalistas.
Cada uno es como es, cada quien es cada cual. El único consuelo será que queden todos retratados antes de las elecciones generales del ¿? de diciembre. No envidio al encargado de proponer al Rey su primer discurso de Nochebuena.