Hay dos tipos de asociaciones: las que tienen un origen positivo y aquellas a las que nadie querría pertenecer por lo que implica su origen. Lo único que tienen en común las víctimas es la desgracia. Por eso se asocian: para que la infamia no se perpetúe añadiendo mentira, desmemoria, indignidad e injusticia. Pero obviamente nadie quisiera ser socio.
La condición humana hace que en toda asociación haya intereses particulares, desavenencias y hasta enmiendas a la totalidad. Las víctimas del terrorismo no se libran de esa constante. Y ahí, en la debilidad, siempre estuvo Alfredo Pérez Rubalcaba, químico experto en reactivos y disolventes, capaz tanto de provocar reacciones como de abortarlas.
No trato de negar ahora que el río lleva agua, porque sonar suena. Pero ese rumor no es nada comparado con el desbordamiento que se avecina y que sólo se contendrá si las víctimas hacen de dique: un día a una hora, como tantas veces, y sin más apoyo que el ciudadano. Hoy se exige la unanimidad que ya han exhibido los jueces y los proetarras. Y si el Gobierno ha encontrado coartada, por qué no van a hacerlo las víctimas.
Ni el próximo domingo ni el día 9. Francisco José Alcaraz y Ángeles Pedraza están obligados a pactar una fecha común para denunciar la misma desvergüenza. La única forma de que las Víctimas del Terrorismo sean Voces contra el Terrorismo es que porten la misma pancarta el mismo día. Si la meta es común, no hagáis elegir al ciudadano, que está harto de política, de fracturas, de corrientes falsas y auténticas en uno y otro partido, de promesas vanas y de medias tintas. Alcaraz y Pedraza: un día a una hora, que se llenará aunque llueva mucho.