El terrible asesinato masivo en Las Ramblas de Barcelona continúa una secuencia de crímenes políticos perpetrados por islamistas en Niza, Londres, Berlín, París, y las ciudades que desgraciadamente están por venir. Sea lo primero el recuerdo a cada una de las víctimas, asesinadas por el simple hecho de pasear libremente por la calle de un país libre. Las víctimas del terrorismo, bien lo sabemos los españoles, no solo merecen memoria, dignidad y justicia, sino que son un elemento clave en la lucha contra el terrorismo, que es en última instancia una lucha de orden moral.
Pero puede haber españoles que se pregunten cómo es posible que los yihadistas hayan cometido un atentado en España. Tras los atentados del 11 de marzo de 2004 se dijo que todo era por culpa de la política exterior que mantenía el gobierno español. Un profesional de la sanidad que acompañó a José Luis Rodríguez Zapatero en las visitas que hizo a los heridos ingresados en los hospitales le escuchó decir que cuando él sustituyera a Aznar al frente del gobierno ya no habría más atentados como aquél. Ahora ya no está Aznar, y la política exterior española dio un giro completo creando una llamada "alianza de civilizaciones", nada menos que con Irán y Turquía. España desapareció de cualquier protagonismo en el ámbito internacional, y ahí sigue desde entonces: escondida detrás de los organismos multilaterales y sin posición propia frente a nada de lo que sucede en el mundo. Y, sin embargo, los islamistas han asesinado a muchas personas en Barcelona.
También se nos ha dicho muchas veces que la radicalización de individuos musulmanes hasta llegar al asesinato deriva, en origen, de una reacción frente a una supuesta marginación colectiva de los musulmanes. Podría ser así en otros lugares –no lo creo- pero nunca en Cataluña. La Generalitat catalana ha seguido una política consistente a lo largo de década y media dirigida a promover la inmigración procedente de países árabes. La finalidad –que en una ocasión me reconoció abiertamente uno de los protagonistas de esta política- era sencilla y coherente con el objetivo independentista: que no llegaran a Cataluña inmigrantes que hablaran español, sino cualquier otra lengua. Ahí tienen los resultados, que Luis del Pino ha recopilado perfectamente. Y, sin embargo, se ha producido un terrible ataque terrorista en Cataluña.
Dice el mainstream políticamente correcto que la mejor manera de prevenir el terrorismo islamista es aplicar el multiculturalismo en términos de una política dirigida a promover la diferencia cultural y a extraer de ella diferencias de naturaleza legal, tal y como lo describe Giovanni Sartori. Pero probablemente Cataluña sea la única parte de España en la que los partidos gobernantes han hecho política multiculturalista a gran escala. Abundan los casos en los que se ha dado a imanes la potestad de representar a todos los musulmanes, y de ese modo someterlos a su poder. El caso de la alcaldesa de Cunit, que quiso permanecer ¡neutral! entre una empleada municipal musulmana marroquí y el iman de la localidad, que le reprochaba el que condujera y que no llevara velo, fue uno de los más conocidos, pero desde luego no ha sido el único. La Generalitat de Cataluña ha hecho una política diferenciada para los musulmanes en razón de su origen, con la nada disimulada pretensión de atraerlos así a la causa independentista. ¿Cómo es posible, entonces, que islamistas hayan masacrado a tantas personas en la Rambla barcelonesa?
No diré que precisamente por estas razones, aunque sin duda han ayudado a ello. No es solo –pero también lo es- porque los gobiernos españoles y los autonómicos de Cataluña hayan demostrado una carencia absoluta de la mínima fibra moral para defender activamente la sociedad abierta de su enemigo: el yihadismo totalitario.
Los yihadistas matarían de todos modos, por odio a los valores occidentales de libertad, de igualdad entre hombres y mujeres, de pluralismo político y religioso, y de separación entre el poder político y el religioso. Por eso matan en Gran Bretaña, en Francia, en España, en Filipinas o en Tailandia.
Tampoco podemos olvidar la amenaza especial hacia España que recurrentemente aparece en las video-arengas de todos los islamistas, comenzando por Osama Bin Laden al día siguiente del 11 de Septiembre, y llegando hasta las que el ISIS ha hecho en tiempos recientes, que MEMRI tiene recopiladas, traducidas, y a disposición de quien quiera enterarse. Podrá parecernos increíble, pero los dirigentes del yihadismo mundial animan a sus seguidores a que maten en España, porque España fue terreno ocupado por los musulmanes durante la Edad Media.
El terrorismo islamista no es un fin en sí mismo, como recordó hace más de dos años Florentino Portero. Es un modo de conseguir un objetivo, que es político, y que es de dominación. Seguirá golpeando mientras subsista ese objetivo político y mientras no encuentren otra manera más fácil o más efectiva de acercarse a él.
Por todo eso unos fanáticos islamistas han asesinado a 14 personas y han herido a otras 130. Aunque también está la otra hipótesis, la que de manera tan seria como preocupante formulaba la CUP (Candidatura d’Unitat Popular), que achacó el atentado a "todas las formas de terrorismo fascista fruto de las lógicas internacionales del capitalismo". Y la CUP están liderando en este momento el independentismo catalán. Nada menos.