"Navarra será el asombro del mundo", dijo William Shakespeare en su comedia Trabajos de amor perdidos. Y lo clavó. Si miramos estos días a la comunidad foral no podemos sino concluir que tenemos una capacidad asombrosa para dejar a todos los que nos miran con la boca abierta. En el fondo es lo de siempre, la lucha por el poder, pero en Navarra lo aliñan con tantas salsas folclóricas que a veces enmascaran por completo el olor de la poltrona.
Para intentar comprenderlo hay que retroceder un año y medio, cuando Roberto Jiménez, secretario general del PSN-PSOE, fue cesado como vicepresidente del Gobierno de Navarra por su socia y presidenta del mismo Yolanda Barcina. Desde entonces, su principal objetivo ha sido derribar a Barcina y ocupar su puesto. Empresa que acabó con el órdago que lanzó hace dos semanas, aprovechando un supuesto caso de corrupción en la Hacienda foral: "O se va la Barcina o la echamos", y "el PSOE en Navarra soy yo". Esta vez desde Madrid no podrán rechazar el pacto con el nacionalismo, debió de pensar, y con su rey-caballo-caballo lanzó su carga final seguro de su victoria. Lo que ocurre es que no se dio cuenta de que en Navarra al mus se juega con cuatro reyes pero en Madrid lo hacen con ocho; así que las cartas que tiene se han ido desinflando conforme han pasado los días. La partida vuelve a estar en manos de Rubalcaba, que tiene dos barajas, como siempre.
Para vestir el santo laico de la moción de censura, la oposición montó una comisión de investigación. Tampoco había que coser un traje de alta costura, bastaba un saco de patatas de la Ribera con una cuerda recia de esparto por cinturón para pasar el trámite. A Rubalcaba con este paripé le convencemos seguro, se fanfarroneó a sí mismo Jiménez, chaconista él, no hay que olvidarlo.
Pues ni eso. Al final, la comisión de investigación constituida por la oposición ha concluido que de corrupción nada, que si acaso alguna chapucilla. Pero como no se daban por vencidos, ante la imposibilidad de usar el Código Civil para derrocar a UPN, han apelado al diccionario de la RAE, para utilizar, dicen, la cuarta acepción de la palabra corrupción; olvidando, supongo, que en la RAE cabe casi cualquier cosa, empezando por almóndiga y güisqui y terminando por nocaut. Con tal de no tirar la toballa (palabra también aceptada por la RAE), el PSN no desiste de presentar esa moción de censura sin excusa ya, y sigue mareando la perdiz una semana más, órdago a órdago, reuniéndose consigo mismo para ver si se da la razón o se la quita.
Roberto Jiménez está ante la oportunidad de su vida para echar mano de una pensión como expresidente de Navarra y no quiere desaprovecharla. Si a este hecho sumamos de que cuando se despeñe bastará con entregar su cabeza, que él mismo se habrá cortado, tenemos que el PSN no tiene inconveniente en seguirle hasta donde haga falta. El jefe va a pagar esta ronda, así que a beber y a echarse unos cantes. Cuando el jefe caiga, bastará con dar vivas al siguiente para seguir viviendo.
Este jueves el PSN se vuelve a reunir con el PSN. Salvo que a Rubalcaba le interese una hecatombe, que es al final el dios detrás de dios del poema de Borges que todo lo mueve, supongo que no pasará nada. Juan José Lizarbe, exsecretario general del PSN y eterno edecán en segundísimo segundo plano, le dará una palmadita en directo, o quizás en diferido, al saliente Jiménez, y se quedará en el partido liderando la sempiterna renovación de los caducados, abrazando al siguiente mandamás que tarde o temprano venga.