Hasán Nasrala, líder de Hezbolá, protegido y socio de Irán en Oriente Medio, parece estar conduciendo al pueblo libanés a una nueva catástrofe.
En 2006 Nasrala inició una guerra contra Israel que sembró el caos entre los libaneses tras una emboscada tendida por Hezbolá en territorio israelí en la que murieron dos soldados de las Fuerzas de Defensa de Israel (IDF, por sus siglas en inglés) y otros dos fueron secuestrados.
Ahora, los libaneses están a punto de pagar otro elevado precio, esta vez a causa de la implicación de Nasrala en la guerra civil siria y de sus enérgicas condenas a Arabia Saudí y otros países árabes por el conflicto del Yemen.
Durante un discurso pronunciado en Beirut el pasado viernes, el líder de Hezbolá condenó la agresión contra el Yemen encabezada por los saudíes. "Es nuestro deber humano, yihadista y religioso adoptar esta postura, y todos los hijos de esta nación deben reconsiderar sus responsabilidades y adoptar la postura apropiada", afirmó. "Ni la intimidación ni las amenazas evitarán que sigamos manifestando nuestra condena a la agresión contra el Yemen. El verdadero objetivo de la guerra es restaurar la hegemonía saudí-estadounidense sobre el Yemen".
El verdadero motivo por el que Nasrala se ha manifestado en contra de los ataques aéreos sobre el Yemen realizados por la coalición encabezada por los saudíes es que está preocupado por la suerte de los huzis respaldados por Irán, que pretenden hacerse con el control del país. En realidad, el dirigente de Hezbolá tiene buenos motivos para preocuparse. Una derrota de los huzis se consideraría también una derrota de Hezbolá y de Irán. Como principal títere de la República Islámica en Oriente Medio (junto al sirio Bashar al Asad), Nasrala quiere que Teherán se haga con el control de la mayoría de los países árabes.
El libanés parece decidido a conseguir ese objetivo cueste lo que cueste. No le importa que sus compatriotas paguen un alto precio por su alianza con Irán.
Sus ataques contra Arabia Saudí y sus aliados han despertado el temor de que los libaneses residentes en el Golfo sean los primeros en pagar ese precio.
Eso es justo lo que les sucedió a los palestinos que apoyaron la invasión de Kuwait por Sadam Husein en 1990. Tras la liberación del emirato, éste y otros países del Golfo expulsaron a cientos de miles de palestinos que vivían y trabajaban allí.
Ahora, gracias a las políticas y declaraciones públicas de Nasrala, los libaneses residentes en el Golfo podrían correr esa misma suerte.
El líder druso libanés Walid Jumblat se preguntaba:
¿A dónde quiere llevar Nasrala al Líbano y a los libaneses con esos discursos contra Arabia Saudí, llenos de tensión? ¿Ha tenido en cuenta las consecuencias que tendrán sus palabras en las vidas de los cerca de 50.000 libaneses que viven en Arabia Saudí? El tono insensato de Nasrala no resulta nada beneficioso.
Jumblat no ha sido el único político libanés que ha manifestado su preocupación por el exaltado discurso de Nasrala contra Arabia Saudí y sus aliados.
El ministro de Justicia libanés, Ashraf Rifi, dijo que Nasrala debería sentirse "avergonzado" por sus ataques contra Arabia Saudí, "que ha apoyado a las instituciones estatales libanesas y no ha financiado a ningún bando o secta, ni ha creado milicias". Rifi describió a Hezbolá como un "mero instrumento" de Irán que “se sacrifica a sí mismo y a los suyos por un proyecto [iraní] fallido. (…) Hezbolá está convirtiendo el Líbano en una sala de operaciones para expandir la hegemonía iraní”.
El ministro de Exteriores del Líbano, Gebran Basil, advirtió de que su país podría precipitarse en el caos si sus poderes políticos apostaban por potencias extranjeras enfrentadas y traían al Líbano conflictos regionales.
"No tenemos derecho a apostar por potencias extranjeras ni a atraer conflictos que superan al Líbano y que el país no puede manejar", afirmó Basil. Y añadió, refiriéndose a Hezbolá:
Si un grupo, partido o secta sigue queriendo intentarlo tras el fracaso de todas las experiencias anteriores, someteremos a nuestro pueblo y a nuestro país a una amenaza existencial.
Cuando el ministro libanés habla del "fracaso de experiencias anteriores", se refiere, evidentemente, a las guerras contra Israel a las que Hezbolá condujo al Líbano.
El exprimer ministro libanés Saad Hariri dijo que el discurso de Nasrala contra la coalición encabezada por Arabia Saudí en el Yemen era "gemir y llorar". Afirmó que el dirigente del movimiento chií seguía los pasos del Líder Supremo iraní, el ayatolá Alí Jamenei, al adoptar esa creatividad para "la falsificación, la interpretación errónea, el engaño, la demostración de fuerza y la movilización sectaria". Afirmó que Hezbolá "está ansioso por rescatar al régimen [sirio] de Bashar al Asad y por ayudar a los iraníes a infiltrarse en el Yemen y a interferir en los asuntos árabes".
La presentadora de televisión libanesa Hanadi Zaidan acusaba a Nasrala de trabajar en pro de los intereses iraníes y en contra de su patria:
Hezbolá y su secretario general [Nasrala] son los únicos que nadan contra la corriente árabe y libanesa al declarar su fidelidad ciega a las aves de las tinieblas iraníes. Su labor [de Nasrala] consiste en llevar a la práctica los planes iraníes contra el Estado libanés.
La presentadora añadió que la coalición de Estados árabes en el Yemen había pillado a Nasrala y a sus "amos iraníes" con la guardia baja.
A juzgar por las reacciones de los comentaristas saudíes y de otros países del Golfo, está claro que Nasrala ya ha logrado causar daños graves e irreversibles a las relaciones del Líbano con el mundo árabe de mayoría suní.
Esos comentaristas, cuyos puntos de vista reflejan las opiniones de sus Gobiernos, han empleado palabras muy duras para criticar a Nasrala; algunos de ellos lo han llamado "desquiciado" e "ingrato".
El teniente general Dahi Jalfan Tamim, Subdirector General de la Policía y de la Seguridad General de Dubai, dijo que Nasrala era un idiota:
Un amigo me cuenta que Nasralat [el apodo que emplea Tamim para referirse a Nasrala] ha dicho que la injerencia iraní en el Yemen es como la de una organización de caridad… ¡Menudo idiota!
Tarik al Hamid, un destacado editor y analista político saudí, afirma que tanto Irán como Hezbolá "han perdido la cabeza" como consecuencia de los ataques aéreos de la coalición saudí contra las milicias huzis respaldadas por los iraníes en el Yemen.
Al Hamid señalaba que Irán y Hezbolá estaban frustrados ante los duros golpes sufridos por sus aliados en el Yemen:
Esperaban que el control huzi del Yemen reforzara la moral de sus seguidores, que están frustrados por lo que les está ocurriendo en Siria. Todos los locos de la región atacan ahora a Arabia Saudí, ¿Qué diferencia hay entre Hezbolá y Al Qaeda? ¿Y entre Irán y el Estado Islámico? La respuesta es simple: todos están tratando de afianzarse en la frontera con Arabia Saudí.
Un bloguero saudí se dirigía así al líder de Hezbolá:
Tendrá que pagar el precio por el crimen que cometió contra el Líbano en 2006, cuando destruyó el país con sus insensatas actuaciones. Todo lo que pretendía entonces era lograr el apoyo de todos los árabes y musulmanes que pudiera mediante sus sucias artes.
Otro bloguero escribía:
Es hora de que los países árabes detengan al terrorista Nasrala y lo lleven a juicio por sus injerencias en los asuntos del Yemen y por sus crímenes contra Siria, así como por traicionar a su país, el Líbano.
Nasrala y su grupo terrorista, Hezbolá, están ahora más aislados que nunca en el mundo árabe. Hasta hace sólo unos años, el dirigente era considerado un héroe del mundo árabe por su lucha contra Israel.
Pero ahora muchos árabes parecen haber abierto los ojos a la realidad: Nasrala no es más que una marioneta de Irán, cuyo único objetivo es servir a sus amos de Teherán. Naturalmente, esto es una buena noticia para los árabes y musulmanes moderados de la región. Pero queda por ver si Estados Unidos y otras potencias occidentales abrirán también los ojos y se darán cuenta de que Irán y sus peones suponen una verdadera amenaza no sólo para Israel, sino para muchos árabes y musulmanes.