Tras una prolongada pausa, hace pocos días volvió a estallar la guerra que se libra entre el presidente de la Autoridad Palestina, Mahmud Abás, y el ex alto cargo de Fatah Mohamed Dahlán.
Esta vez ambos se acusan mutuamente de traición, corrupción y conspiración, lo que hace que algunos palestinos se pregunten si no será hora de que el secretario de Estado John Kerry intente que se celebren "conversaciones de paz" entre Abás y Dahlán.
La rivalidad entre ambos refleja las crecientes tensiones en el seno de la facción gobernante de Fatah, que domina la Autoridad Palestina en la Margen Occidental. Pero la guerra no se libra sólo entre dos individuos, sino entre dos bandos de Fatah que representan a la vieja y a la nueva guardia.
En un tiempo Abás y Dahlán eran considerados grandes aliados y amigos. Cuando Abás ocupó el cargo de primer ministro con Yaser Arafat en 2003, nombró a Dahlán ministro de Seguridad. En aquel entonces se vieron obligados a colaborar para hacer frente al régimen autocrático de Arafat, que trató de socavar el poder de ambos.
Sin embargo, las tensiones entre Abás y Dahlán surgieron después de que Hamás tomara el control de la Franja de Gaza y expulsara a la Autoridad Palestina de la zona en el verano de 2007. El presidente y sus fieles consideraron que Dahlán y sus fuerzas eran responsables del golpe de Hamás; dijeron que no habían hecho lo suficiente por evitar la derrota de la AP. Dahlán había sido comandante de la Fuerza de Seguridad Preventiva palestina en la Franja.
Las tensiones entre ambos alcanzaron su cénit hace cuatro años, cuando Abás descubrió que su antiguo ministro había estado criticando a sus hijos, Yaser y Taraq Abás. Como respuesta, el presidente ordenó a las Fuerzas de Seguridad de la AP que asaltaran la residencia de Dahlán en Ramala y que confiscaran documentos y diversas clases de material. Algunos amigos y ayudantes del exministro fueron detenidos durante el asalto. Dahlán se vio obligado a huir de Ramala y, desde entonces, se ha refugiado en los Emiratos Árabes Unidos.
Abás dio un paso más en su campaña contra su antiguo aliado al convencer al Comité Central de Fatah para que lo expulsara de la facción. Desde entonces, los hombres del presidente han acusado a Dahlan de estar involucrado en diversos delitos, entre ellos el envenenamiento de Arafat -que murió en noviembre de 2004-, el asesinato de una serie de miembros de Fatah en la Franja de Gaza, y apropiación indebida de fondos públicos.
En las últimas semanas, los Emiratos Árabes Unidos y otros países árabes han estado tratando de negociar un fin de la guerra entre ambos hombres, pero sin resultado. Fuentes palestinas aseguraron que los mediadores árabes incluso habían pedido a Abás, de 78 años, que designara a Dahlán, de 53, su adjunto. Según dichas fuentes, el presidente rechazó la propuesta, y dijo que nunca perdonaría al otro por traicionarlos a él y a Fatah.
El fracaso del intento de mediación hizo que Dahlan lanzara un virulento ataque contra Abás y sus más cercanos ayudantes en Ramala, lo que ha reavivado la guerra entre ambos. Dahlan habría dicho que Abás y su equipo no estaban negociando con Israel para restaurar los derechos palestinos, sino para ganarse el respaldo de norteamericanos e israelíes. Se han citado estas palabras suyas: "La dirección de la Autoridad Palestina es tan débil que no puede rechazar ninguna petición israelí".
También se dice que habría acusado a miembros sin especificar de la Autoridad Palestina de proporcionar ayuda logística para las construcciones en los asentamientos judíos. Sus declaraciones han merecido la enérgica condena de Abás y de sus principales adjuntos. Ahora se refieren al depuesto agente de Fatah como "Lieberman Dahlán", en referencia al político israelí de derechas y antiguo ministro de Exteriores Avigdor Lieberman, un duro crítico de la Autoridad Palestina y de sus dirigentes.
Los asistentes de Abás también acusan a Dahlán de formar parte de una conspiración para derrocar al presidente de la Autoridad Palestina. Afirman que la AP lo busca por su papel en el asesinato de activistas de Fatah y por corrupción financiera.
Parece que Dahlán no está sólo en su batalla contra Abás. Algunos grupos y personas afiliados a Fatah en la Franja de Gaza y en campamentos de refugiados del Líbano han acudido en su apoyo, ahondando las divisiones en el seno de la facción. La guerra entre ambos hombres ha minado gravemente la credibilidad de Fatah entre los palestinos; credibilidad que ya había perdido en buena parte como consecuencia de no lograr reformarse y presentar nuevos líderes.
Esta guerra, junto a un Fatah débil y dividido, favorece a Hamás y podría aumentar aún más su popularidad entre los palestinos. Antes de seguir con sus intentos de lograr la paz con Israel, Fatah necesita resolver sus problemas internos. Débil y dividida, la facción nunca logrará vender a su pueblo un acuerdo de paz con Israel.