Hamás y Fatah, la facción gobernante del presidente de la Autoridad Palestina, Mahmud Abás, llevan en guerra desde hace ya más de diez años. Los intentos de sus hermanos árabes, incluidos Egipto, Arabia Saudí y Qatar, por resolver la lucha de poder entre las dos organizaciones palestinas rivales han fracasado hasta ahora, y es improbable que prosperen en el futuro cercano.La brecha entre Hamás y Fatah sigue siendo tan grande como siempre: ambas se desprecian. Fatah quiere volver a Gaza; y Hamás dice alto y claro: no. Fatah quiere que Hamás se desarme y ceda el control de la Franja; Hamás dice: no.
En un asunto en particular, sin embargo, las dos facciones dejan a un lado sus diferencias y se miran a los ojos. En lo que respecta a Israel, uno tendría dificultades para distinguir entre Fatah y Hamás.
Ambas utilizan el mismo lenguaje duro cuando se refieren a Israel y a su Gobierno. Las declaraciones de condena contra Israel que emiten a diario suenan casi igual. Ambas organizaciones se refieren a Israel como el "Estado de la ocupación". E incitan a los palestinos y al resto del mundo contra Israel, al que acusan de perpetrar "crímenes de guerra" contra los palestinos y de "violar las leyes internacionales".
Los ataques diarios a Israel de Hamás y Fatah han radicalizado a los palestinos hasta el punto de que muchos no conciben ninguna forma de compromiso con él.
En las últimas fechas, los partidos rivales palestinos han vuelto a estar de acuerdo, esta vez acerca de lo que perciben como el intento de normalizar las relaciones entre Israel y algunos países árabes.
Los intentos de normalización de los que hablan aluden a la reciente visita del primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, a Omán, país árabe que no tiene relaciones diplomáticas con Israel. También se refieren a la participación de atletas israelíes en un campeonato de judo celebrado en Emiratos, otro país árabe que no tiene relaciones diplomáticas con Israel.
En declaraciones separadas, Hamás y Fatah han condenado enérgicamente a los países árabes por "apresurarse" a normalizar las relaciones con Israel antes de que se haya resuelto el conflicto israelo-palestino. Las declaraciones resultan llamativamente similares en sus palabras y mensajes.
Consideremos, por ejemplo, lo que dijo el líder de Hamás Ismaíl Haniyeh sobre el aparenteacercamiento entre Israel y algunos países árabes. El 29 de octubre se le citó diciendo lo que sigue:
Ningún intento de normalización cambiará la realidad. No hay lugar para el enemigo [israelí] en el mapa. El pueblo está enviando un mensaje de ira a todos los que están llevando a cabo la normalización [con Israel].
En un comunicado difundido por Hamás, el movimiento de Haniyeh, se llegó a tachar los intentos de normalización de "puñalada por la espalda a los palestinos". Hamás acusa a los árabes implicados en varias formas de diálogo con Israel de "abandonar a los palestinos y su justa causa".
En otras palabras, Hamás está queriendo decir que cualquier líder árabe que establezca relaciones con Israel será visto como un traidor a los palestinos y a su causa. Haniyeh es brutalmente honesto respecto a por qué Hamás y él se oponen a cualquier forma de normalización con Israel: creen que no hay "lugar" para Israel en el mapa. A sus ojos, Israel no tiene derecho a existir y tendría que ser sustituido por un Estado islámico, en el que se invitaría a los judíos a vivir como minoría.
En Fatah han adoptado una postura similar. Varios de sus dirigentes, como Munir al Yagub y Mohamed Shtayeh, han condenado a Omán por recibir a Netanyahu; y a Emiratos por permitir a israelíes participar en un campeonato de judo.
"Fatah condena la normalización pública entre Israel y algunos países árabes", proclamó Al Yagub. Después afirmó que la visita de Netanyahu a Omán era parte del plan de paz para Oriente Medio –aún no anunciado– del presidente de EEUU, Donald Trump. Los palestinos creen que el plan de Trump prevé el establecimiento de tratados de paz entre Israel y los países árabes antes de que se resuelva el conflicto entre Israel y los palestinos.
Hamás y Fatah se oponen a la normalización entre Israel y los países árabes porque temen que sus hermanos árabes los abandonen. Temen que, una vez firmen tratados de paz con Israel, los árabes se olviden de los palestinos y se concentren en llevar la prosperidad y la estabilidad a sus países.
Los palestinos quieren seguir manteniendo como rehén al mundo árabe para sus propias y nada realistas demandas. No quieren que los países árabes pasen página y construyan un futuro mejor para su gente. Esta táctica, que ha funcionado en las últimas siete décadas, parece estar a punto de volverse inútil, a medida que un país árabe tras otro abre sus puertas a los líderes, políticos y atletas israelíes.
Hamás y Fatah parecen querer jugar la carta del victimismo hasta el final. Llevan mucho proclamándose víctimas de Israel. Ahora están tratando de convencer al mundo de que los palestinos son víctimas de algún tipo de conspiración israelo-americana para hacer la paz con Israel. En el imaginario palestino, la paz entre Israel y los países árabes equivale a una traición, es una conspiración maquinada por Israel y la Administración estadounidense.
En lugar de celebrar la mejora de las relaciones entre Israel y algunos países árabes como un desarrollo positivo que aporta esperanza y optimismo a Oriente Medio, los dirigentes de Hamás y Fatah están muy ocupados condenándola e incitando contra los árabes que "colaboran" con Israel. Las condenas y la incitación tienen mucha relevancia como amenazas dirigidas hacia los jefes de Estado y de Gobierno árabes que quieren hacer negocios con Israel. Estas amenazas tendrán sin duda un impacto negativo en algunos de los países árabes, que las verán como un chantaje de los palestinos.
Cuando Hamás y Fatah llaman a que la calles árabe alce la voz contra los esfuerzos de normalización con Israel, en realidad están urgiendo a la gente a rebelarse contra sus líderes y Gobiernos. Es difícil ver cómo cualquier líder árabe podría quedarse tan tranquilo ante las amenazas y acusaciones de los palestinos.
Los palestinos están actuando una vez más contra sus propios intereses y alejando de sí a países poderosos y ricos como Emiratos y Omán. Hamás y Fatah están de hecho llevando a su pueblo hacia un final cierto: el aislamiento y el extremismo. Fatah y Hamás no pueden ponerse de acuerdo para pagar a sus trabajadores, no pueden ponerse de acuerdo para suministrar electricidad a la Franja de Gaza y no pueden ponerse de acuerdo para proporcionar medicamentos a los hospitales. Pero sí para infligir más daños y trastornos a su pueblo. Si siguen así, llegará el día en que los palestinos descubran que sus amigos y hermanos se han convertido en sus peores enemigos.